Los estudios y la vida

       Hay un fenómeno muy curioso, relacionado con la enseñanza y enraizado en nuestra vida de cada día, al que apenas se presta atención, ni siquiera cuando se trata de evaluar el funcionamiento, no ya del sistema educativo sino del pensamiento y la conducta de las personas. Es la paradoja de la escasa aplicación a los parámetros vitales de lo que se estudió en los libros convencionales, de cómo lo que se aprende en las clases tiene virtualidad para un examen, para rendir cuentas académicas pero nunca como algo que debemos incluir en nuestra vida. Una gran distancia entre lo que se estudia y lo que se vive. Pero ello no ya en el terreno de los valores, donde se puede entender que cueste, por ejemplo, cumplir los preceptos morales que se estudian en la escuela sino en simples conocimientos científicos.
     Todo lo referente al sistema solar puede servir de sencillo modelo para explicitar esta observación. Independientemente de lo que costó que se aceptaran los movimientos reales de los astros en el mundo científico, y más aún en los ámbitos social y religioso, la verdad es que ese conocimiento, al chocar con la intuición inmediata que asegura lo contrario, aún hoy día hay culturas que parece no lo reconocen y hasta el propio lenguaje se resiste a admitirlo (es el Sol el sujeto de movimiento). La referencia a las dimensiones de los objetos, solo pensadas desde nuestra percepción, o los sistemas de expresión verbal pueden ser otros ejemplos.
       El caso de la evolución es singular. Tenemos, todos los estudiantes tienen, a un nivel u otro el esquema de su funcionamiento. Por ella sabemos, y así lo hemos tenido que aprender para aprobar, que el género homo está integrado en un proceso de mejora progresiva en diversas especies que desembocan en la nuestra, “Cromañón” (homo sapiens y algunos, más presumidos, sapiens sapiens) a la que pertenecemos; que somos un eslabón en una cadena; y que no hay ninguna razón para que finalice en nosotros. Casi cada semana recibimos nuevas informaciones, la última sobre aspectos importantes de organización social de nuestros colegas los neandertales. Más aún, pensadores ilustres hay que consideran que ya casi se entrevé en el horizonte a nuestros sucesores. Y nosotros como si nada. Va a ser media-verdad lo que cuenta aquella famosa anécdota según la cual una señora, al decirle que veníamos del mono, pidió que por favor no se enterase nadie.

Publicado el día 27 de febrero de 2015

Amigovios y compañía

      En el siglo XIX hubo en Estados Unidos un abogado que en sus relaciones profesionales con diversos grupos de indios descubrió que los nombres que utilizaban para designar a sus familiares tenían un significado muy diferente del nuestro, que cuando hablaban, por ejemplo, de padre o de hermano no se referían a las mismas figuras que cuando lo hacemos nosotros. Se llamaba Lewis H. Morgan y es considerado el fundador de la ciencia llamada antropología. Los indios americanos con lo que trataba y que fueron los primeros destinatarios de sus investigaciones eran los iroqueses. Dedicado desde entonces a analizar, sobre todo, las relacionas familiares y de parentesco, llegó a la conclusión de que estamos acostumbrados a considerar que, salvo en los casos excepcionales en los que fue sustituida por la patriarcal, la familia monógama ha existido siempre cuando, por el contrario, el tipo de familia ha sido producto del desarrollo de formas sucesivas.
     A ello hay que añadir que, sea la modalidad que sea, sus integrantes tampoco han sido a lo largo de la historia los mismos. Y su estructura está vinculada, a día de hoy en nuestra época, a muchos factores desde geográficos a tradicionales, lo que lleva a una diversidad de modelos. Y asimismo las líneas que, a lo largo de generaciones, marcan el referente, si patrilineal o matrilineal. Más aún, hay que recordar que, además de los sistemas mixtos, tres son las formas diferentes de parentesco, con sus diversos patrones, lo que ya lleva a lenguajes y organizaciones diferentes, según la cultura, con escasas posibilidades de comunicación entre ellas.
     Se preguntaban dos interlocutores, en las discusiones que los medievales gustaban hacer sobre cuestiones relacionadas con el amor, si este era compatible o no con el matrimonio, es decir, si amor y matrimonio pueden coexistir. La discusión venía a cuento de establecer modelos de convivencia amorosa y fue Leonor de Aquitania la que dictaminó que de ninguna manera. El amor se basa en la libertad y el matrimonio conlleva su débito, fue una de las razones de su sentencia. Pues si a todo lo anterior añadimos los diversos conceptos desde dentro y se suman las diferentes formas sociales de emparejamiento hoy vigentes, hay que reconocer que el esfuerzo que ha hecho la R.A.E. introduciendo el término amigovio ha sido mínimo para todo lo que hay detrás. Pero ¿hubiera podido hacer otra cosa?

Publicado el día 20 de febrero de 2015

Culpable error de concepto

       Posiblemente sea cierto afirmar que, salvo excepciones, los directivos del fútbol y de los clubes no andan bien situados en el escalafón de los buenos. Por su práctica de negocios cuando menos confusos, la proliferación de intermediarios y mensajeros junto con el secretismo de sus operaciones. No obstante esta discutible imagen, gozan de un cierto hálito de poder que fundamentan, por una parte, en su capacidad de ofrecer un buen servicio deportivo (normalmente en forma de profesionales) a las gentes que siguen con pasión el desarrollo de los clubes de sus amores. Y el que manejan con las deudas al tesoro público, no solo por su cuantía sino sobre todo por la lenidad y condescendencia con que son tratadas por los poderes del Estado (los de antes, los de ahora y los de siempre).
   En este ambiente aparece un personaje que maneja un concepto de patrimonio institucional que de tan pretencioso resulta grotesco, necio y de locos. El presidente de la Federación española de fútbol (y los de alguna otra) cree que España es suya y que él es España. Y por tanto puede manejar los dineros conseguidos con el usufructo exclusivo de la marca España a su libre antojo y sin dar cuentas a nadie. Y no solo eso sino también las subvenciones que el Estado le transfiere. Acostumbrado casi desde la eternidad a una estructura organizativa sin oposición estructural, un colectivo lleno de paniaguados y un sistema de elección por cooptación, cree que todo el monte es orégano y que cualquiera le tose. Claro que su culpa no es suya sino del colectivo que apoya, mantiene y justifica esta situación. (¿Qué hace del Bosque asegurando en declaración pública que lo que hace su jefe es en bien del fútbol?). Y así están las cosas. Ya hace años la prensa denunció una serie de estafas cometidas en el corazón de la federación pero aquello pasó y nadie hizo nada. Ahora se trata de que docenas de millones de fondos públicos ni se justifican ni se explican y ni se contesta a los requerimientos. Y amenaza al Estado con proclamas inauditas. ¿Se llevará el gato al agua? Es lo más probable. ¿Qué poder tiene Villar para actuar de esa manera?, ¿Cómo o con qué amenaza?
      Pero ¿y si esa acción violenta y reivindicadora no fuese sino un prejuicio sin fundamento, un preconcepto?, ¿y si los poderes públicos sufriesen un temor infundado? ¡Menudo chasco! Como si tuviese más letras un no que un sí, que dice Cortadillo.

Publicado el día 13 de febrero de 2015

Los valores de occidente

        La verdad es que desde aquel famoso apotegma del Premio Nobel Rudyard Kipling, “el Oriente es el Oriente, el Occidente es el Occidente, y no se encontrarán jamás” hasta el dislate y desatino de ir a hacer la guerra en Irak para imponerle a aquel país la democracia, han pasado bastantes años y, sobre todo, muchas cosas. Quizá la más significativa es el viraje que ha hecho la historia pasando de un período en el que las potencias occidentales dominaban el mundo de manera pública y hasta oficialista hasta un momento en el que miles de millones de personas, unos de una manera y otros de otra, no solo demonizan a quienes les sometieron y redujeron sino que han convertido en santo y seña de lo más abominable lo que llaman “los valores de Occidente”. Resulta muy revelador que un grupo de los más violentos se denomine precisamente: “La educación occidental es pecado” (Boko Haram), cuyo poder se extiende por el noroeste de Nigeria y territorios colindantes. Mientras, en China y en Rusia, por ejemplo, las autoridades han puesto en jaque estos “valores de Occidente”, bien prohibiendo que se extiendan por las universidades, bien justificando así la guerra de Ucrania y la presión a otros países de su entorno. Dice Huntington, un especialista que adquirió fama mundial con un libro (“El choque de civilizaciones”) que en el siglo XX terminó la expansión de Occidente y comenzó la rebelión contra Occidente.
     Pero esta explicación ideológica sobre la historia, que por su simplicidad y por los elementos irracionales que arrastra resulta fácil de entender y de aceptar, tiene tanta escasa consistencia teórica como peligro de fácil utilización para ganar conciencias. “Basado en viejas enseñanzas, tradiciones inventadas, ideales de pureza ficticios y nuevas técnicas de comunicación y de organización” (Ulrich Beck) y dicho así, con esa rusticidad y falta de precisión, “valores de Occidente”, se está convirtiendo en una excusa histórica para justificar dos bandos y la confrontación. Que es a fin de cuentas un procedimiento doctrinario muy rentable, política y económicamente, para luchar por el poder o para mantenerlo.
       Lo peor de todo esto es que, como siempre ocurre en la historia, si uno tiene la suerte y la habilidad de encontrar un estupendo y fértil eslogan para mentes irreflexivas y vísceras a flor de piel puede montar una guerra al volver la esquina. Y esto es ya más que grave.

Publicado el día 6 de febrero de 2015