De lo verdadero y lo falso

        Normalmente cuando se reflexiona sobre la verdad o la mentira se suele empezar con el famoso sofisma de Epiménides. Este que, como se sabe, era un habitante de la isla de Creta había afirmado que “todos los cretenses son mentirosos”, lo que llevaba a que, siendo él uno de ellos, también lo era y por tanto no podía ser verdad lo que estaba diciendo. Pero, si todos los cretenses son veraces, cuando un cretense afirma que todos los cretenses son mentirosos está diciendo la verdad y por tanto todos los cretenses son mentirosos. Al margen de la contradicción lógica de este viejo y famoso silogismo, todo esto venía a cuento de que, entre los griegos, era opinión común que los cretenses eran muy mentirosos, algo así a como nosotros decimos ahora que si los españoles somos tal o los ingleses tal otra cosa. Tanto lo creían que se creó un verbo en griego “cretear” que significaba “comportarse como un cretense”, es decir, mentir. Incluso san Pablo, en la epístola a Tito, (¿dogma de fe?) recoge el dicho completo de Epiménides: “Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos” y asegura que todo eso es verdad. Hasta tenían un dios, decían las malas lenguas, para los ladrones. Todo, naturalmente, una exageración.
     Pero lo curioso de la situación era que, a su vez, los romanos a quienes les adjudicaban ese comportamiento era a los griegos. Tras reconocer sus innumerables virtudes, acababan señalándolos como mentirosos. Cicerón, por citar a un autor muy conocido, muy enfadado, después de elogiarlos como conocedores de muchas artes, poseedores de una gran agudeza de ingenio y otras cualidades por el estilo, decía: “pero el respeto por la verdad y los testimonios esa nación jamás los ha cultivado”. Juicio de opinión muy duro, que también repiten otros escritores. Y un poco para justificar toda esta historia aducían datos y referencias literarias, destacando entre ellos, por ejemplo, cómo uno de sus personajes míticos más representativos, Ulises, se había pasado la vida mintiendo y hasta asegurando que él era también cretense.
      Lamentablemente (o felizmente, no se sabe) todo esto de la verdad y la mentira es tan complejo que poco se puede aseverar con seguridad. Cuando alguien (Por aquello de jurar decir toda la verdad…) le está diciendo al juez que el garrote que tiene en la mano está nuevo, siempre alguien puede apuntarle, pues métalo en el río y ya verá.

Publicado el día 28 de octubre de 2016

De préstamos y deudas

           Si bien se mira, resulta sorprendente observar cómo el asunto de las deudas, de pagar a otro lo que se le debe, no haya tenido la debida consideración estudiosa pese a ser desde siempre uno de los indicadores más significativos de la estructura cultural. Y, habiendo sido, además, uno de los problemas que ha traído más de cabeza a lo largo de la historia a unos y a otros. Cuando se juega, medio en broma y medio en serio, a averiguar cuál ha sido el pecado más antiguo, nunca se habla de todo esto, de débitos, préstamos, pagos y escaqueos de los deudores. Y, sin embargo, desde las tablillas y los pergaminos, es uno de los problemas que ha ocupado el mayor interés y exigido la mayor atención.
      Códigos de más de 2.000 años de la era antigua, muy anteriores incluso al de Hammurabi que es el más completo y famoso (1.700), según los cuales había que vender a la familia y hasta a uno mismo para la extinción del préstamo. El historiador griego Heródoto cuenta que, en Egipto, allá por el año 2500, cuando era faraón Asiquis, que uno sólo podía recibir un préstamo dando como garantía el cadáver de su padre; y quien facilitaba el préstamo se convertía, de paso, en dueño de toda la cámara mortuoria del contrayente; y, si persistía la deuda, no podía a su muerte recibir sepultura en la tumba paterna hipotecada ni en ninguna otra. Solón, el gran político griego del siglo VI, ha pasado a la historia, entre otros motivos, por la prohibición de que las personas pudieran transformarse en esclavos como garantía de sus préstamos. A todo esto ha prestado atención en alguna oportunidad esta columna, destacando cómo hasta lo más sagrado se ha visto afectado en esta quiebra. Pero la actualización de los sistemas de endeudamiento y cobro requieren tener la puerta abierta a novedades acordes al momento tecnológico presente. Lo último, para chicas, consiste en entregar “selfis desnudas a prestamistas contactados por internet que serán divulgados si el dinero no es devuelto con puntualidad”. Cuando lo virtual se puede manipular a voluntad.
          Lo que le interesaba sobre todo al escritor francés Balzac cuando alquilaba una vivienda era que tuviese puertas ocultas por las que pudiera escapar cuando empezaran a llegar los acreedores a cobrar las deudas que, después de unos negocios imposibles, iba dejando por todas partes. Curioso sería saber cómo se comportaría en circunstancias como la presente.

Publicado el día 21 de octubre de 2016

Los dos códigos del vestir

           Tenemos que reconocer que, desde que a un antepasado, jefe de una tribu, se le ocurrió ponerse una pluma (o una hoja, que la cosa no está tan clara) para mostrar que era él quien mandaba, buena se lio con lo de la ropa y demás. Mas, para situarnos sobre esto, hay que recordar que, según los paleontólogos, perdimos el pelaje, que siempre tuvimos, hace un millón largo de años y tardamos en colocarnos encima lo que hoy llamamos ropa hace 60 o 70.000 años, siendo los piojos de la ropa quienes han facilitado esta información. El caso es que, junto al lenguaje oral, escrito, etc. hemos creado otro nuevo y bastante complejo, el de la vestimenta.
       El asunto, como se sabe, viene de lejos y los dos códigos que lo sustentan han complicado cada vez más las cosas. El código oficial, digamos las iniciativas del poder público, ha creado faltas y delitos por el uso desmedido de normas y ordenanzas. Y se pueden resumir esas decisiones tomadas por quien manda en dos ámbitos básicos. Uno, que la ropa nunca muestre que quien la lleva disfruta de mayor poder que el que le corresponda. Ya lo asegura el Código de las Siete Partidas: “Vestiduras facen mucho conocer a los hombres por nobles o por viles et por ende los sabios antiguos establecieron que los reyes vistiesen paños de seda…” El otro, muy relacionado con el anterior, es que al pobre no se le permita vestir de rico… con la enumeración de los “vicios que se oponen a una prudente economía”, en una Cartilla de 1892. Poder y riqueza han sido los móviles de las intervenciones gubernamentales a este particular.
            Pero el problema viene con el otro código, el que preconizamos todos y cada uno, que no tiene refrendo legal, crea pecados sociales y deriva de ese conjunto de costumbres, usos y manías de que somos responsables los humanos. Y a que, como con la comida, la bebida y el sexo, hemos aplicado una autonomía funcional, dicen los sociólogos, que nos lleva a comer sin hambre, beber sin sed y ejercer el sexo, vaya usted a saber, alejándonos de las finalidades biológicas para las que nacieron. Vestimenta, a la que se le podría aplicar el título del libro de J. A. Marina “la selva del lenguaje”, que cada persona o colectivo interpreta como cree y produce graves problemas por la importancia que le da. Este código colectivo, que, como dice Villorio, hace uso religioso de lo laico, pero que requiere firmeza para poder entendernos todos.

Publicado el día 14 de octubre de 2015

Visiones de futuro

      En más de una ocasión hemos recibido de los científicos el consejo de que tendríamos que vivir con más intensidad lo que ellos llaman el calendario cósmico, el tiempo geológico. Dejar atrás una visión raquítica y situar la vida y los acontecimientos en una escala más apropiada a como se desarrolla y se maneja el Universo, al menos el nuestro. Ello significa que nuestro cerebro, nuestra mente, debería analizar lo que ocurre dentro de un esquema mucho mayor del que utilizamos habitualmente. Hablamos, por ejemplo, de que el calor es cada vez más intenso, pero si, haciendo caso de esa recomendación, contabilizáramos el tiempo en modo geológico, las correlaciones que nos correspondería utilizar deberían ser mucho más lejanas: pues hay que ver, podríamos decir al vecino en el ascensor, cómo desde el principio del Jurásico (hace por cierto unos 200 millones de años o algo menos) el calor no para de aumentar, no sé adónde vamos a llegar por este camino. Y así en todo lo demás. Sabiendo que la vida del Sol es de unos diez mil millones de años-Tierra y que anda por la mitad, nos sería posible elaborar almanaques que nos fueran diciendo cómo pasa el tiempo en esa dimensión. Ya lo dice hasta el refrán o ¿es que eso de que “en cien años todos calvos” no es una indicación descarnadamente geológica?
       Todo esto y mucho más, que se podría añadir, parece una broma y, de alguna manera, lo es, aunque en verdad no del todo. Primero, porque es real, lo atendamos o no. Y, segundo, porque, perdidos tantas veces en la minucia de un segundo, un mes o un año, ¿qué representa esa perspectiva cuando sabemos que apenas pintamos nada montados en un pequeño planeta… en un rincón de una galaxia menor…? Menos mal que esos mismos sabios nos excusan en parte señalando las muchas dificultades que tiene nuestro entendimiento para pensar “exponencialmente”, es decir, montados en un ritmo que aumenta cada vez más.
      Se ha contado en todo el mundo que ha nacido un niño hijo de tres padres, un paso más desde que se inició, felizmente para tantos padres, la reproducción asistida y obviamente este y otros pasos similares ya son irreversibles. Y, aunque nuestra inteligencia no lo pueda manejar, ¡con tantos cambios y modificaciones en miles de millones de años! sería inteligente no utilizar con tanto boato palabras grandes (lo de siempre, lo natural, eterno…) que, vaya usted a saber, el alcance que tienen.

Publicado el día 7 de octubre de 2016