¿Imposibles por la complejidad?

    Desde que, hace algo más de veinticinco siglos, por citar un ejemplo clásico, el historiador Heródoto contó que hubo un pueblo primitivo que, angustiado por la inseguridad de sus viviendas y posesiones, se dijo: “elijamos a unos dirigentes que se ocupen de evitar que los bandidos asalten nuestras casas mientras estamos en el campo”, hasta hoy, vísperas de unas nuevas elecciones, han pasado muchísimas cosas, se ha producido una evolución significativa en la especie homo y nuestras mentalidades se han transformado como pocos adivinadores hubieran podido predecir. Desde aquella demanda, en la que estaba en juego lo que hoy llamaríamos el orden público hasta lo que nuestras sociedades modernas reclaman en la gestión de los asuntos de la cosa pública, media un cielo infinito y una constitución antropológica también infinita, por calificarlo de alguna manera más o menos plástica. Aunque siga pendiente y todavía no se haya resuelto el peligro de los malhechores, la complejidad de nuestra carga intelectual poco tiene que ver con aquella antigua llaneza. En el momento actual de nuestro desarrollo colectivo, cualquier posicionamiento ideológico de los ciudadanos, o el dilema esencialista, que, a fin de cuentas, no otra cosa son unas elecciones así, haría imposible alguna conversación con aquellos antiguos.
   Es esta reflexión el resultado de la pregunta del “novus”, cuando desde la mayor simplicidad se cuestiona cuál debe ser su demanda para quienes elige: si desde la concreción de que le garantice el precio y la calidad del pan o le arregle su calle… si establecerá sistemas sociales equilibrados asegurando el llamado Estado de Bienestar; si practicará una política de equidad, justicia e igualdad…; y, por no hacer una relación interminable, cómo perfilará la doctrina del mundo que a cada uno, con sus sesgos y sus matices personales, le sirve de guión de su vida y de proyecto explicativo de su comportamiento, al interpretar los valores morales colectivos. ¡Todo ello en una papeleta! ¿Imposible por compleja? Vaya problema.
    Así las cosas, ¡qué lejos queda lo de los bandidos que, sin embargo, sigue vigente como el fundamento teórico y doctrinal de la filosofía política! Augusto Monterroso dice que, al principio, la Fe movía montañas sólo cuando era necesario… pero que la buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.

Publicado el día 26 de abril de 2019

Proserpina ha vuelto

    Un día la diosa Venus vio a Plutón vagando sin rumbo y, lamentando su situación de soledad (además de haberle correspondido el último de los tres reinos, el submundo negro y oscuro, mientras a Júpiter el cielo y a Neptuno las aguas), indicó a su hijo, Cupido, que tomara las flechas y tratara de evitar el desconsuelo del dios y que Proserpina, que andaba por el prado cogiendo violetas, se quedara virgen. Y así fue como Plutón, “casi a la vez, la vio, se enamoró y la raptó”, acción que tantos pintores han enaltecido. Su madre, Ceres, la busca por todos los confines hasta que, conocedora de su destino, se dirige a Júpiter y le reclama que ayude a su hija. El primero de los dioses, atendiendo los ruegos maternos, su amor paternal y, al tiempo, la fidelidad al matrimonio, dictamina que Proserpina “pase el mismo número de meses junto a su marido y junto a su madre”, los de otoño e invierno, en el Hades, pero la primavera y el verano con nosotros. Así, para su llegada, Ceres decora la tierra “con flores de bienvenida, los campos florecen y sobreviene una cosecha tan abundante… ”. Y para el poeta, que no sabe cómo ha sido, tenemos la respuesta: ha vuelto Proserpina.
    Ceres enseñó a los humanos el arte de cultivar la tierra, de sembrar, recoger el trigo y elaborar pan, por lo fue diosa de la agricultura. Ya lo dice el poeta Hesíodo (siglo VIII a. C.) en sus consejos agrícolas para todo tiempo: “cuando después del solsticio sale a la luz la golondrina… cuando comience de nuevo la primavera para los hombres… lo que Virgilio (s. 0) refuerza en las campestres Geórgicas.
   El profesor Cubero Salmerón, en un bello libro sobre la agricultura, justifica esa publicación cuando “tuve conciencia de que en el mundo había quien no tenía ni idea de dónde le venía lo que comía… al saber que solo en Holanda se superaba el 50% de gente que sabía que los tomates corrientes tienen genes. Y a su vez Gaspar Melchor de Jovellanos (ya en el s. XVIII) en su “Informe sobre la Ley Agraria” a V. A. que “necesitará de toda su constancia para derogar tantas leyes, desterrar tantas opiniones, acometer tantas empresas y combatir tantos vicios y tantos errores”. Precisamente hoy, 12 de abril, día en que comienzan los cultos a Ceres, tras los urgentes y legítimos movimientos sociales, recordemos el título de la obra (s. XVI) de Antonio de Guevara: “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”. Sin más.

Publicado el día 12 de abril de 2019