La
gestión de los asuntos públicos, lo que se llama la acción política o, dicho de
manera más breve, la política, es una tarea que por su propio dinamismo interno
encierra en sí misma muchas aristas y más de una contradicción. Y ello
especialmente desde que ya quedaron atrás, al menos en lo que llamamos el mundo
occidental, los dos sistemas antiguos de gobierno (tradicional y carismático)
de acuerdo con la clasificación de M. Weber. Por su parte Vidal-Beneyto ha
señalado como una de las que denomina las siete paradojas internas de la
democracia la que fija que, dada la moral triunfadora del éxito, la cratología
(el poder por el poder o el poder a toda costa) se convierte en la finalidad a conseguir
y mantener.
Pero
quien ejerce todo este juego de conseguir y mantener la cosa como sea son las
élites y en muy contadas ocasiones los de abajo, muy lejos desde luego del militante
de a pie. Estos sin embargo ya se sabe que tienen una penitencia (no todo iban
a ser alegrías) y es que en lo sucesivo se ven obligados a transformarse en
seguida en expertos en todo y sabedores de nada para defender ante los demás
todas las decisiones del gobierno de las que por otra parte apenas tiene
noticia. Habrán de estar pendientes de si algún vecino hace un viaje por el
norte y luego viene quejándose del estado de las carreteras, o de si otro
exporta algún producto perecedero a Europa por si se presenta una huelga de
camioneros en Francia. Y desde luego tendrán que saber la inversión en las
embajadas o lo que se gasta en Justicia. Mira lo que hace tu gobierno, le dirá
más de uno cuando le suban algún impuesto o tarden en atenderle en una oficina
pública.
El
problema, más allá de la broma y del latazo, viene cuando estos militantes, que
ejercen una actividad política sencilla y de escaso nivel estructural, son
interpelados de manera molesta o hasta improcedente sobre asuntos de los que no
tienen más informes que lo que dicen los medios de comunicación. Lo grave está
en que hay ciudadanos que, molestos por cuestiones éticas o simplemente porque
les han afectado a su bolsillo decisiones de los de arriba, prorrumpen en
ultrajes y escarnios a quienes solo se ocupan de trabajar honestamente, con un
sueldo que vaya usted a saber, que se olvidan de sus familias y, como diría el
castizo, nada ha cogido ni de Bárcenas ni de los ERES. Y siempre quiso ser
honrado. Y a eso no hay derecho.
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