A fin de cuentas todos vinimos de África. Según se considere, hace
miles o cientos de miles de años, pero de allí llegamos. De África vino
el primer colega erguido (homo erectus) y del mismo continente proceden
las poblaciones a las que pertenecemos como homo de Cromañón, homo
moderno u homo sapiens, según las diversas denominaciones al uso. Quizá
por eso en lo profundo de nuestra antropología subyace la tensión
migratoria como forma de vida cuando el hábitat no resuelve nuestras
necesidades ni ofrece lo necesario para vivir y sobrevivir. Pero
curiosamente del afán de dominio y de nuestras inseguridades, en cuanto
nos fuimos estableciendo, surgió el concepto de extranjero como alguien
que no formaba parte en la organización totémica del grupo. Y así,
aunque con muchas variantes sociales, ideológicas y conceptuales a
través de los siglos, más o menos hasta hoy. Unas veces, como receptores
y otras, como emigrantes.
El problema se ha agudizado
hasta el límite cuando se han superado las teorías y las discusiones
sobre si o no al multiculturalismo y hemos empezado a aplicar al
fenómeno de la llegada de extranjeros el NIMBY o, castellanizado, el
SPAN. Términos que son acrónimos y significan “No en mi patio trasero,
mi jardín”. O en nuestro idioma: Sí, pero aquí no. En ambos casos la
expresión, que encierra un sentido de profundo reproche, viene a
expresar la actitud de aquellos ciudadanos que, manifestándose a favor
de alguna iniciativa social, insistiendo con energía en su necesidad y
su sentido, no están dispuestos a que la actividad generada se lleve a
cabo en su entorno vital, en el lugar en el que se pueda ver afectada,
supuesta o realmente, su vida. Este rechazo es el que da origen a las
alarmas que circulan por los medios urbanos. Todos queremos tener buena
cobertura para el móvil pero rechazamos las antenas en las cercanías de
nuestra vivienda: SPAN.
Ahora, sobre todo por las
condiciones en que se está produciendo, hemos extendido el SPAN a los
inmigrantes. Estamos conmocionados con lo que estamos viendo pero no lo
queremos en nuestro jardín. Nosotros, Europa, (que es el barrio pijo del
mundo, rodeado de amenazas y peligros que le acechan por todas partes",
en expresión de Santiago Roncagliolo) tenemos un dilema, dice Antonio
Guterres, entre la compasión y el miedo y la intolerancia, que estamos
cargando de razones solemnes pero tal vez solo sean excusas.
Publicado el día 18 de marzo de 2016
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