El Neolítico supuso dos cosas, una derivada de la otra. Nuestra
especie (cromañón) empezó a manipular la evolución, que si mejoro este
trigo o domestico a esta oveja, y con ello su organización social,
política, económica y moral se fue modificando paulatina pero
completamente. Ha pasado el tiempo yahora nos encontramos con
que nuestro poder ha llegado a tal extremo que nos vemos forzados a
autodestruirnos para crear la siguiente especie que nos sustituirá, una
más, se supone, entre las miles que tal vez vengan detrás. La evolución
está empezando a dejar de funcionar a su iniciativa porque nosotros se
lo impedimos, algo a lo que no podemos renunciar. Muy interesante sería
saber por qué, si podríamos pararlo todo y ¡ale! a seguir sin progreso
alguno. Por resumir de una manera plástica las experiencias de cada día
vale lo que dice Ernest Cline, que los chicos crecen hoy dentro de un
útero tecnológico. Y, por lo que vamos sabiendo, a la vuelta de la
esquina, nacerán con el móvil en el cerebro y así desarrollarán toda su
vida.
La cosa es que el principio tecnológico sigue
tirando de nosotros con el señuelo de lo que nos resuelve, que sin duda
es verdad, pero lo que andan discutiendo los filósofos y los
científicos, a la hora de diseñar el futuro, es básicamente si seremos
nosotros los que nos modificaremos o vendrán los robots a sustituirnos.
La filósofa Rosi Braidotti, que aboga por el ser humano con capacidades
ampliadas, no quiere que esta cuestión quede en manos de Nick Bostrom y
los ingenieros que trabajan en la inteligencia artificial, la otra
alternativa. El debate está en eso, en si es una cuestión de
inteligencia artificial o de inteligencia encarnada. Y a estas dos
posiciones primordiales, habría que añadir muchas otras observaciones.
Baste señalar que ya hay quien se plantea qué vendrá después de los
post-humanos. Y Martín Varsavsky, que cree que, desde la llegada de la
píldora, el sexo es para quererse, para divertirse, pero no para
procrear, ha creado una ‘start up’ para tener hijos sin sexo.
Duro resulta todo esto, pero ocultarlo es una hipocresía antropológica
que no lleva a ninguna parte. Y muy ingenuo tiene que ser quien se toma a
broma cómo un grupo, normalmente de jóvenes, andan todos juntos
hablando entre sí con el móvil. Veremos (verán) solo dentro de 50 años.
Porque del lío en que estamos metidos nos damos cuenta solo por lo alto.
Nada más.
Publicado el día 30 de diciembre de 2016
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