Si más o menos al mismo tiempo o sucesivamente, que ese es un tema
que ofrece aristas cronológicas, es obvio que han sido varias las
especies de homínidos que nos han precedido, quedándonos al fin solos
como tales, tras la desaparición, hace unos 40.000 años, de nuestros
hermanos los neandertales. Ya se ha sugerido en esta página que, tras
homo habilis, homo erectus y toda la relación de estas especies
antecesoras y anteriores, no hay ninguna razón objetiva, ni teórica ni
práctica, ni poética ni científica, que permita asegurar válidamente que
cromañón, (es decir, nosotros, por muy desarrollados que podamos
considerarnos), haya de poner punto final a la vida superior en la
Tierra, que nosotros seamos sus últimos moradores inteligentes y que con
el fin de nuestra especie se cierre el ciclo de la evolución universal,
además, si añadimos magnitudes tan cósmicas y tan reales como, por
ejemplo, los cinco mil millones que aún le quedan al Sol para consumir
toda su energía. Ni somos tan importantes ni tan portentosos para tan
inmensa tarea, siendo a su vez el Sol lo que es en el Universo.
Si se acepta este postulado teórico, las preguntas que surgen de manera
lógica son, si es que puede prefigurarse intuirse o deducirse alguna
información. las de cómo y cuándo aparecerá la especie que nos
sustituya, y de qué modo se formará o qué procedimiento (genético,
geológico…) podrá dar lugar a esta aparición, considerando, como es
natural que, salvo cataclismo o alguna extinción masiva, lo razonable es
un advenimiento lento y gradual de lo nuevo compartiendo especio con lo
que hay. En todo caso mal podría prevenirse un cataclismo que
revolviera geológicamente toda la tierra, aunque hay demasiados expertos
que piensan que, tras otra extinción, la sexta, no tiene por qué seguir
la especie humana. De todas maneras, lo que aquí se propone es una
reflexión sobre el proceso interno y externo, individual y colectivo, de
la especie humana que derivará en una especie superior (o, mejor,
sucesiva, para no hacer juicios de valor).
La cosa
podría iniciarse quizá con el Génesis cuando Jacob recuerda a su tío
Labán cómo han ido haciendo la selección natural para crear unas razas
que distinguieran a los animales propiedad de uno y otro. El proceso en
verdad era escasamente válido, infantil, podría decirse, por falta de
conocimientos científicos, pero tiene su aquel y su alto simbolismo.
Publicado el día 16 de diciembre de 2016
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