Un novísimo poder político

    El locutor que daba el partido en directo explicaba que el tan escaso púbico, prácticamente nadie, quizá se debía al frío, la hora, día laborable… pero debía estar mintiendo: había salido en los medios y redes sociales que era debido a un boicot de cinco minutos que las peñas habían convocado en protesta por los partidos de los lunes y, además, porque a su equipo ya le habían asignado unos cuantos. Encuentro Alavés-Rayo. También en otro partido y por el mismo motivo, las peñas habían anunciado que, durante dos minutos, del 10 al 12, renunciarían a presenciar el juego volviéndose de espaldas al campo. El locutor, que, lógicamente, debía estar presenciando el acontecimiento, no hizo ninguna mención al mismo y continuó con su tarea convencional y las cámaras, por su parte, tampoco mostraron imagen alguna de las gradas. Partido Rayo Vallecano-Leganés.
    Como aludían en Vallecas paseando una caja mortuoria por el graderío, es legítimo pensar que el fútbol ha muerto, que esa actividad tan específica de juego, azar y esfuerzo, romántica y soñadora, ha iniciado un novedoso camino ideológico y tecnocrático en los altos niveles de gestión. Los nuevos lenguajes que se tratan de imponer no hablan de fueras de juego o de estrategias deportivas sino de rentabilidad, de PIB y de retos económicos. Y para que nadie se lleve a engaño, un anuncio televisivo repite una y otra vez: Esto no es fútbol, es la Liga, mientras su presidente insiste: Yo no hablo de fútbol, hablo de industria. Sólo criterios mercantiles dirigen la planificación; los aficionados tienen que aceptar el baile de horarios a conveniencia del negocio; y al fútbol menor, para sus partidos, no le queda un hueco sin estorbo de los grandes. Y las apuestas ¿?
    Pero ocurre que, escondido en el marasmo mercantil, apoyado en las inmensas ganancias y la alta incidencia social, se esconde un novísimo y oscuro poder político ("El marco actual convierte a Tebas en ministro de Deportes y hay que pararle los pies”. Rubiales dixit). Político, además, en el peor sentido del término porque goza de preeminencia sin tener ningún control efectivo ni oposición interna. Que se ha descubierto controla otras parcelas deportivas y se está estrenando con el ejercicio de la censura. Como en los peores tiempos. (Y si alguien por curiosidad pregunta su color político, de momento Tebas ha dicho que España necesita una alternativa tipo VOX).

Publicado el día 22 de febrero de 2019

Repartir beneficios

   El escritor Felipe Benítez Reyes publicó hace unos años un artículo, digno de ser recordado, en el que sugería las derivaciones que implican muchos actos humanos. El texto decía así: “A mi vecino le ha salido el metro de techo a casi 3.000 euros, porque de ese techo tiene que vivir mucha gente: el constructor, el promotor, el arquitecto, el aparejador, el fabricante de ladrillos, los empleados de la fábrica de ladrillos, el fabricante de cemento, los empleados de la cementera, el dueño de la cantera y sus asalariados, el Excelentísimo Ayuntamiento, el notario y su pasante, la jerarquía bancaria, el escayolista y el mayorista de escayolas, los transportistas de ladrillos, de escayola y de cemento; el jeque árabe que surte a la empresa gasolinera que a su vez surte a esos transportistas, el chófer del jeque, el dueño de la refinería, el beneficiario de la concesión de la gasolinera, el empleado de la gasolinera y los militares que participan en guerras estratégicas para controlar el petróleo; el pintor, el fabricante de pinturas, el vendedor de pinturas y el representante de pinturas, por no hablar del diseñador de botes de pintura ni del fabricante de envases metálicos para pintura; los albañiles, el fabricante de cascos para albañiles, el fabricante de plomadas, palustres y hormigoneras; el fabricante de azulejos y la dama que anuncia en televisión los azulejos... Y así casi hasta el infinito. "Si lo piensas bien, me ha salido barato". Y me temo que lleva razón. Porque… tienes necesidad de un techo y media humanidad… se ve implicada en… esa necesidad tuya, porque ellos necesitan construirte un techo para poder construirse también ellos un techo. Y sigue la ronda…”
    Y aunque Montaigne asegura que no cabe beneficio alguno si no es con perjuicio para otro, como ocurre en el orden físico en el que el nacimiento y desarrollo de una cosa tiene su origen en la corrupción y agotamiento de otra, en este proceso de techos la cadena sólo ofrece beneficios para todos. ¿Salva la serie un reparto de beneficios tal que pueda mejorar alguno sin que los demás se perjudiquen o abre el debate que ha protagonizado el economista Vilfredo Pareto estudiando la forma de determinar científicamente dónde se encuentra el mayor bienestar alcanzable de todos.
    Preferible es así que no tener que dar de comer en nuestra casa a tanta gente (entre ellos, unos muy ricos y otros muy pobres).

Publicado el día 15 de febrero de 2019


Si volver a la Edad Media

    Es suficientemente conocida la importancia que el lenguaje ha tenido en la evolución. Todos los científicos especializados defienden que el hecho de que nuestros antepasados gozasen de la oportunidad de hablar facilitó y mejoró considerablemente su desarrollo. Hay que darse cuenta, por ejemplo, de la ventaja que supone para la supervivencia, propia y del grupo, poder avisar con mayor precisión y exactitud a los compañeros de la llegada de algún peligroso depredador. Que la transmisión cultural, por su inmediatez, es más ventajosa que la evolución genética, que necesita de más tiempo para mejorar la especie, es un hecho que convence a todos los que trabajan en estos temas. De ahí que los trabajos sobre el lenguaje han ido desembocando a través de la historia en múltiples ciencias de las que la lógica, la lingüística o la dialéctica quizá sean las más importantes.
    Concretamente la dialéctica era una fuente de sabiduría en la Edad Media, un hervidero de actividad intelectual en torno a las questiones disputatae y las inteligencias más preclaras ocupaban su tiempo en responder a cuestiones bastantes sutiles que, vistas de una manera superficial, pueden parecer simples pero que, analizadas con profundidad, plantean cuestiones del más alto interés moral, ético o social. 1) Ratón es una palabra. 2) Una palabra no roe queso. 3) Luego el ratón no roe el queso. En el siglo XII, por ejemplo, éstos se ocupaban en tratar de responder a cuestiones como ésta: cuando un cerdo es conducido al mercado, ¿es el hombre o la cuerda el que lo sujeta? No es intrascendente la respuesta a si es la cuerda la que dirige al animal o el libre albedrío y la voluntad del hombre porque en un caso sería responsable, por ejemplo, de un robo pero, si es la cuerda, esa es ya otra cuestión.
    Estos juegos de inteligencia y otros infinitos de contenido similar estaban diseñados y eran un ejercicio preparatorio para saber discutir y convencer al que piensa de otra manera. Fueron extraordinariamente famosos en los círculos de estudios superiores de la época y porque muchos de ellos los inventó un filósofo llamado Gualón, se denominaron gualídicos. No sería malo que en esta época volvieran a florecer ejercicios como éstos a ver si olvidamos lo que Savater llama la “ética del combate”, que consiste en que una concepción del mundo destruya a la otra, aplastándola como sea, y así solo quede una verdad.

Publicado el día 8 de febrero de 2019

Lo siniestro como noticia

    En una ocurrencia que circula se narra el deseo de un hombre rico de que en su caja mortuoria le introduzcan billetes en cantidad “por si le pudieran hacer falta en la otra vida”. Sus hijos, a quienes hace el encargo, se muestran muy generosos con su padre y, razonablemente, le proponen que mejor que moneda, que pudiera en algún caso acabarse, sería un talonario de cheques (lo que indica la antigüedad del relato). De esa forma, le dicen, puedes disponer de todo tu capital y no te faltará de nada. Y, claro, parece tenían razón porque, aunque Caronte y su perro Cerbero (cancerbero) sólo reclaman un óbolo para pasar el río Aqueronte, de lo demás nunca se sabe, a pesar de que Micilo, un pobre zapatero personaje de Luciano de Samosata (escritor sirio del siglo III) en sus “Diálogos cínicos” se muestre contento de ir al Hades ya que allí es donde se consigue, asegura, la igualdad absoluta y ni se cobran las deudas ni se pagan impuestos. Claro que las almas que no disponen ni del óbolo han de vagar cien años, perdidas entre las brumas del “más allá”.
    Efectivamente, la muerte ha sido entendida desde siempre como el momento real en el que todos somos iguales (alguien pondría una objeción por aquello de los entierros de tres capas solemnes y los de tres sepultureros) y la literatura popular bien se ha encargado de recordárnoslo. Ahí está la medieval Danza de la Muerte que avisa a todas las criaturas que paren mientes y que de ella mayor caudal no se ha hecho que ella merece. Muchos (¿demasiados?) han sido los escritores que han metido mano, que diría el castizo, a este tema de frontera, casi siempre con un fondo moral y una crítica social. Y, alguien diría, con un revanchismo propio de la segunda vuelta que sugiere Jiménez Lozano. Muchos ¡Y Dante!
    La curiosa pero intrigante noticia, con un escenario a lo Allan Poe o, más aún, H.P. Lovecraft, cuenta cómo estando un finado ya en la caja, rodeado de sus velas y demás artilugios y un ambiente tétrico y casi asfixiante, he aquí que de pronto en su móvil, dentro del bolsillo del traje mortuorio, sonó una llamada, que llenó de pavor y grave inquietud a los presentes. Y si lo grotesco y siniestro, dice el filósofo alemán Schelling, es que lo que debiendo permanecer oculto ha salido a la luz y Freud que es lo que provoca horror angustioso, es para plantear la gran pregunta del acontecimiento: ¿de qué lado procedía la llamada?

Publicado el día 1 de febrero de 2019