"Robagallinas" y defraudadores

      Los primitivos dueños de tierras, aquellos que al grito de esto es mío pusieron en marcha el sistema de propiedad porque, en opinión de Rousseau, un montón de idiotas (otros dicen “simples”) se lo creyeron, cayeron pronto en la cuenta de que, aunque todos quedaran convencidos de la bondad de su decisión, siempre podría venir algún subversivo y crearles un problema. Para señalar los límites de cada dominio habían colocado mojones bien visibles pero ¿quién podía asegurar que, llegada la noche, no acudiera algún agitador y moviera las lindes? En esas condiciones se plantearon colocar guardas de seguridad pero ¡menudo gasto! Había que echarle imaginación al asunto, hasta que encontraron la solución perfecta: asegurar y convencer a unos y a otros que cada marca, cada jalón, estaba controlado, vigilado y protegido por espíritus, duendes, dioses y otras fuerzas superiores con suficiente imperio para poder castigar a quien se portara mal, es decir, trastocara el orden establecido y anduviera moviendo de acá para allá los límites de las posesiones. O, sobre todo, pretendiera incluirse de manera subrepticia en el listado de los ricos, de los terratenientes.
     Había sido una solución genial, perfecta. Y no ya solo por el ahorro de gasto que suponía tal sistema, tampoco por la seguridad que daba de su eficacia. Lo más interesante del procedimiento era la calma y bienestar que producía en el ánimo de los ciudadanos saber qué era lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido. Se había establecido de esa manera un código de conducta, un estatuto del buen y mal comportamiento, lo que era mejor manera de tener tranquila conciencia y vivir en paz consigo que a fin de cuentas, de acuerdo a los códigos morales al uso, es la mejor forma de ser felices. “Y ya una vez acostumbrados a los Amos, los Pueblos no están en condiciones de privarse de ellos”, dice Rousseau.
     De todas maneras la vía represiva no estaba del todo prescrita. Acomodadas las leyes civiles a esta nueva situación, todo debía girar en mantener la situación. El caso es que en la historia ha habido momentos en los que se ha cuestionado seriamente todo el montaje. El presidente del CGPJ, interpretando sin duda lo que la gente opina, lo ha dicho de una manera precisa y clara: “La Ley está pensada "para el robagallinas" y no para el gran defraudador”. Pues este sería un estupendo momento para revisarla y cambiarla.

Publicado el día 24 de octubre de 2014

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