Tortilla, huevos y pan

      Hubo en la Grecia clásica dos filósofos que vivieron en época aproximada, cuyas doctrinas coincidieron en algo muy importante pero que sin embargo tuvieron dos grandes discrepancias. A diferencia de sus antecesores, que eran partidarios de que la naturaleza y las cosas están integradas de una única sustancia (el agua, por ejemplo), ambos convergieron en que, por el contrario, todo está formado de pequeñísimas partículas elementales llamadas átomos, es decir, lo que es indivisible, anticipando con ello, naturalmente en otro contexto muy diferente, lo que la ciencia moderna defiende. Sus dos diferencias consisten en que, mientras uno, Anaxágoras, considera que estos átomos son cualitativamente diversos, el otro, Demócrito, piensa que todos los átomos son iguales y que lo que hace diferentes unos objetos o seres de otros es el número. En este caso lo que diferencia de un león de una mesa es que tienen un número de átomos distinto.
      La segunda diferencia entre ambos es su carácter, su manera de ser. Y así mientras que Anaxágoras era famoso porque, se cuenta, nunca en su vida nadie le vio reír, las carcajadas de Demócrito llenaban todo el Peloponeso, en expresión de alguno de sus contemporáneos. A día de hoy, quien ha traído la risa como sistema de comunicación filosófica ha sido el esloveno Slavoj Zizek, cuyo pensamiento es hoy una de las alternativas más serias y profundas sobre la situación en que vivimos. Entre otros muchos chistes, como él los denomina, valga este ejemplo. Mientras el escritor comunista turco Panait Istrati visitaba la URSS en la época de las grandes purgas, un apologista que intentaba convencerle de la violencia necesaria con los enemigos citó el proverbio “no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos, a lo que Istrati contestó: muy bien, veo perfectamente los huevos rotos, pero ¿dónde está la tortilla? Lo mismo podría decirse, añade Zizek, de las medidas de austeridad impuestas por el FMI; los griegos tendrían todo el derecho a decir: muy bien, estamos rompiendo nuestros huevos por Europa pero ¿dónde está la tortilla que nos prometen?
      En estos años de angustia la tortilla está hecha y es grande en cantidad y en calidad. Pero el problema está en que quienes se la reparten cada vez son menos, tocan a más y los poderes están ocupados y preocupados en protegerlos. Con lo que con los huevos rotos estamos haciendo un pan como unas tortas.

Publicado el día 10 de abril de 2015

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