¡Ay de los falsos sueños!

       Aquiles, el de los pies ligeros, el que, entre otras cosas, idealizaba la velocidad y la fuerza entre los griegos, había acudido a la guerra de Troya. Un día, por razones que están narradas al comienzo de la Ilíada, Agamenón, el primero entre los griegos, le arrebata a Briseida, que le había sido entregada como botín, y el héroe echa a llorar. Sorprendentemente, diría alguno, pero así lo cuenta Homero. Su madre, Tetis, al ver el drama que vive y a ruegos de este, acude a Júpiter en busca de protección y de venganza. Ha de esperar a que el dios termine un banquete que está celebrando para dirigirle la súplica y entonces, “abrazada a sus rodillas con la mano izquierda y tocándole la barba con la derecha”, le dirige su plegaria. Es después cuando el padre de los dioses decide atender la demanda y vengar a Aquiles de la forma que creyó más dura para Agamenón: enviarle un sueño pernicioso, es decir, hacerle creer que es el momento de ganar la guerra y que debe lanzar a su ejército para la batalla.
     Mucho se ha escrito sobre este episodio, sobre cómo Júpiter, el que amontona nubes, considera un terrible castigo mentir mediante un ilusorio sueño, creando una expectativas falsas y fabulosas. Ya se sabe que para los griegos, y también para los romanos, los mensajes de los sueños tenían una altísima credibilidad como expresión de la palabra y la voz de los dioses. Es desde esta perspectiva como Homero narra la decisión celestial calificándola de muy perniciosa. Júpiter no había descansado del banquete del que venía, dándole vueltas a su cabeza para encontrar la forma de honrar a Aquiles y causar una gran matanza a los griegos y resuelve, en represalia a Agamenón, llevarlos a una falsa maniobra que les iba a causar un gravísimo perjuicio. Equivocar mediante un sueño falso y engañador: esta es la trampa y este el señuelo para despeñarse hacia la desgracia, la desdicha y la miseria, para despeñarse hacia el daño, el quebranto y la muerte.
     ¡Ay de los falsos sueños, de los sueños imposibles!, a los que habría que incluir en lugar preferente dentro de la taxonomía vieja y repetida de guerras, hambrunas, pandemias y demás infortunios que machacan a la humanidad. Dice Sánchez Ferlosio: “Todo se me va antojando tan imaginario, que nada puede perder siendo fingido, como nada puede ganar siendo real”. Y lo dice como un pecio de “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”.

Publicado el día 13 de noviembre de 2015

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