Ser y expresarse

        En principio y como justificación de nuestro papel político, con la política y con los que llamamos políticos, parece un convencimiento universal que una cosa es lo que somos y otra lo que expresamos, que hay un sujeto que somos nosotros, cada uno de nosotros, y luego una expresión con la que nos manifestamos, al menos ante los demás (que los diálogos y la comunicación con nosotros mismos ya es otra cuestión la mar de compleja). Es este convencimiento universal lo que nos faculta para alabar y sobre todo reprochar a la clase política el juego (algunos dicen escenificación) que dicen, se trae, especialmente ahora, con el asunto de formar gobierno. El “postureo” le llaman, un término convertido en indicador de modernidad. Ay de aquel que no la tenga en su boca a cada rato.
     Ya se contó en esta columna cómo el sabio legislador Solón, hace más de 26 siglos, reprochó a Tespis, que algunos consideran el primer actor de la época clásica griega, cómo no se avergonzaba de mentir ante tanta gente. Al bueno de Solón le parecía una desvergüenza lo que hoy denominamos el teatro. ¿Qué ocurriría si de pronto todo el mundo en la ciudad comenzara a fingir ser quien no es, a jurar fidelidad a sus esposas cuando sus pensamientos los desmentían, si los políticos efectuaran promesas sin intención de cumplir? No, aquella impostura debía concluir. Y el grave Solón la proscribió con dureza.
      Narra Mario Benedetti que Milton Estomba había sido un niño prodigioso, que a los cinco años ya tocaba la serenata nº 3, op. 5, de Brahms. Sin embargo a los veinte años se fue especializando en expresiones hasta el punto de tener una específica para cada pieza que tocaba. Todo iba bien hasta que un sábado de pronto el pianista se equivocó y tocó la Catedral Sumergida con la expresión de la Marcha Tuca. Pero la catástrofe vino después: Milton se había olvidado de las partituras pero recordaba perfectamente los gestos ampulosos y afectados que correspondían a cada composición. Desde entonces solo fue capaz de efectuar un mudo recital de expresiones. Y es que a lo mejor, al final del todo esto de diversificar lo que somos de lo que parecemos no es sino, como decían los antiguos, una mera distinción de razón, una separación teórica y lo que hizo Tespis no fue sino dar el primer pasa para dejar claro lo que somos. Todos. Ellos y nosotros. Somos lo que expresamos. Pura presentación, puro “postureo”.

Publicado el día 11 de marzo de 2016

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