La verdad socio-política (3)

       Efectivamente hay gente muy preocupada porque considera que vivimos en algo así como el reino de la mentira. Y, si necesitan aducir ejemplos públicos y populares para justificar ese pesimismo, piensan que los tienen a millares. Desde afirmaciones exactamente falsas en su contenido, repetidas una y mil veces en los diversos medios comunicación, a las que circulan por las redes sociales sin control ninguno de veracidad, ni siquiera de referencia personal de autoría. Y, para muchos, llega la verdadera angustia al ver cómo se montan sobre la mentira, (repetida, cínica y descarnada, que no es producto de un malentendido ni de una mala información) proyectos políticos que triunfan precisamente apoyados en ese discurso. Javier Ayuso, en un artículo reciente, enumera una serie de afirmaciones, evidentemente falsas, que ciertos líderes políticos han enunciado “sin que se les caiga la cara de vergüenza y, al tiempo, no pase nada” y, sobre todo, lamenta que, pese al desmentido documentado, la falsedad siga circulando como si tal cosa porque de nada vale, asegura, que Obama presente su certificado de nacimiento para cortar el infundio. Medios convencionales de comunicación, internet y las redes sociales, favoreciendo el llamado populismo, tanto de izquierdas como de derechas, mezclado casi siempre con un nacionalismo de vana exaltación, son las patas de un mundo que algunos piensan ha perdido el valor de verdad.
        Claro que esta percepción de la realidad tiene su coherencia interna, que sin duda ambos agentes de información andan por ahí comportándose sin control. Y lo más espinoso son las consecuencias que generan, promoviendo sustanciales modificaciones socio-políticas de onerosa resonancia social y creando un grave sufrimientos en los pensamientos y las sensaciones de muchos ciudadanos.
       Todo ello ocurre así y es una creencia relativamente compartida. Pero, sin negar la materialidad de esos ejemplos y aunque duela por sus efectos, cabría preguntarse reduplicativamente si a esas afirmaciones no veraces se puede aplicar sin más el concepto de falsedad. “En medio de un gran tumulto de la Asamblea popular, que impedía escuchar las voces de los oradores, Tiberio Cayo Graco indicó con un gesto de la mano su cabeza, queriendo significar que estaba amenazado mortalmente, pero sus enemigos informaron en seguida al Senado que el tribuno había pedido para sí la corona de rey”.

Publicado el día 11 de Noviembre de 2016

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