Las mentiras públicas (y 4)

        En cuanto a la impresión de que el reino de la mentira se ha adueñado de la dialéctica del ágora, del discurso público y casi universal, conviene recordar que esta estrategia no es nueva en absoluto. Bien desde el mismo poder como desde su contra, toda la historia está salpicada de episodios en los que la falacia ha dominado las relaciones de opresión. Más aún, puede afirmarse, aunque matizando, que la misma estructura última de las relaciones sociales es falsa en sí misma pues no en balde el dominio de unos sobre otros siempre se ha montado sobre este equívoco: de otro modo el mundo social sería muy diferente. Porque mentir el poder siempre lo ha hecho o ¿alguien cree que en otros tiempos todos los poderosos iban con la verdad por delante? Y ya se preocuparon sus moralistas en justificar sus desmanes. La otra cara se apoya en si los protagonistas se creen lo que dicen, protagonistas que lo producen y quienes lo apoyan con sus votos.
      Al final el juego borroso y difuso de lo que es y lo que no lleva a que las nuevas tecnologías están magnificado el contenido de lo que se dice, sea o no verdad, y eso hace que influya más y a más gente. Pero probablemente en esto, como en todos los comportamientos humanos, no hayamos variado mucho de lo que siempre hemos venido haciendo. La diferencia no sería de calidad sino de grado, es decir, que el chismorreo y el rumor sobre la vida y los milagros de los vecinos, que antes no pasaban del casino del pueblo o de las chácharas de los del pueblo, ahora llega a los confines del mundo (y, si no, en ocasiones, los mismos actores los exhiben o los falsean).
         Los populismos se ayudan para su extensión y consolidación del lenguaje falaz pero una cosa es la causa y otra la condición. En verdad se extiendan y van arraigando poco a poco porque previamente no se han corregido los desequilibrios económicos y sociales, antes al contrario, bastaría con señalar las cada vez más aterradoras desigualdades. El origen de la actitud de los pueblos no está en esos discursos sino en la política que el poder ha ido ejerciendo. La interpretación interesada y falsa que hicieron los enemigos de Tiberio C. Graco de un gesto y que le costó la vida arrojado en el Tíber, puede servir de modelo porque venía defendiendo la reforma agraria. Y así hemos llegado hasta aquí. Lo que dure, y cómo, está por ver. Más allá del nuevo y reciente cinismo de la posverdad.

Publicado el día 18 de noviembre de 2016

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