Los flecos en la vida

        Este año, según los indicadores de moda que aparecen en los medios de comunicación, los flecos serán muy básicos en todo el vestir. Desde el calzado a los vestidos. Flecos de todo tipo y color, flecos que casi todo el mundo llevará. Naturalmente esto de los patrones de la moda, como todos sabemos, es una manera de hablar, un forma de entretenerse y después cada cual hará lo que quiera y desee. Es algo que solo viene a enredar un poco y dar algún dinero a quienes la promueven y a algunos otros que se lo creen o, al menos, hacen que así lo parezca. Flecos, en definitiva, que no son sino un tipo de ingredientes que vienen a acompañar a lo sustancial. Nadie puede vestir exclusivamente de flecos porque esa condición casi es una contradicción en sí misma.
        El caso es que eso de los flecos, dejando a un lado lo apuntado de la moda, ha venido a airear una palabra que está como escondida en tantos escenarios de la vida. Una cosa son los flecos materiales que cuelgan de la ropa y muy otros los flecos simbólicos, alegóricos o figurados. “Sólo faltan unos flecos en la negociación” es una expresión más frecuente de lo que a primera vista pudiera uno figurarse, rincones a los que no prestamos apenas atención, que parece no representan gran cosa pero que en tantas ocasiones acaban siendo más decisivos que lo aparentemente principal. No caemos en la cuenta de que, de la misma manera que un fleco extravagante o mal encarado puede dar al traste con un ornato en el que está en juego algo tan principal y conveniente como nuestra imagen, así el referido que no termina por cerrar un pacto o un convenio es capaz de romper todo lo que tenemos negociado.
        Todo el mundo recuerda lo que comienza con aquello de que “por un clavo se perdió una herradura…”, un poema metafísico (y religioso) de George Herbert, un poeta inglés del siglo XVII, que, entre sus muchas advertencias, llamó la atención del alcance de las cosas pequeñas en su recopilación de dichos “Jacula Prudentium”, publicada en 1652. Y, en el mundo de hoy, poca gente quedará que no haya leído o pensado algo sobre otro paradigma del máximo interés y eficacia: el llamado efecto mariposa, propuesto por Edward Lorenz, según el cual, si en uno de dos sistemas iguales o casi idénticos hay una mariposa aleteando, al final ambos acabarán siendo completamente diferentes. Los flecos, sobre todo ideológicos, con que nos obsequia la vida.

Publicado el día 13 de octubre de 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario