La parábola de los Xhosa

         Cuenta John Carling que, en marzo de 1856, una profetisa quinceañera de la gran tribu Xhosa en el sur de África tuvo una visión. A su gente le esperaba un futuro feliz, abundante, la Edad Dorada. Pero primero tendrían que hacer un sacrificio heroico. 'Anunciad que todo el ganado debe ser exterminado', fue el mensaje de la niña a la tribu, 'porque las vacas han sido infectadas por la brujería.' Tras un largo debate, la tribu lo aceptó. En agosto de ese mismo año mataron entre 150.000 y 200.000 vacas. Más de 20.000 personas murieron de hambre. En aquella circunstancia hicieron lo que John Adams, profesor del University College London, define como el cálculo implícito en todo riesgo: 'Evaluar si la posible recompensa justifica el posible daño'. Hasta aquí John Carling.
       Parece claro, para nosotros, que se equivocaron sin más porque sus resultados fueron tan perniciosos para la tribu, y la ruina casi acaba con toda su etnia. Pero, analizados los acontecimientos con estricto rigor lógico, no está tan claro su desacierto. Desde hoy, pronosticando sobre el pasado y con lo listos que somos, no nos cabe más que sorprendernos de cómo pudieran haber hecho esa tontería en aplicación del citado principio “de recompensa por daño”. Pero cualquiera de nosotros hubiera pensado lo mismo: ¿qué valen unos miles de vacas frente a la felicidad eterna, total y definitiva? En el equilibrio entre lo que se jugaban y lo que iban a ganar, su decisión fue perfecta. Su equivocación fue que aplicaron un paradigma que no tenía consistencia teórica: creer, primero, que el cielo vendrá en algún momento sobre la tierra y, después, que bastaba ese módico precio para conseguirlo.
      "Millones van a morir", chillaban los titulares con lo de las vacas locas. Y se exterminaron, por las dudas, cinco millones de reses; el consumo español de carne bajó al 30%; y en R.U. se suicidaron muchísimos ganaderos. ¿Les debió ser difícil a los Xhosa asimilar la derrota? Probablemente, no. Achararían el fracaso de la operación, como es de rigor, a algunos pecados, y así darían una vuelta más al dominio real de la mente, mediante un período de purificación. Cuando los prejuicios son irracionales (y casi siempre lo son), todo se justifica y los argumentos racionales no sirven de nada. Lo más sospechoso de las soluciones es que se encuentran siempre que se quiere, asegura Sánchez Ferlosio. En los riesgos virtuales.

Publicado el día 22 de junio de 2018

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