¿Una filosofía paliativa? (1)

    Boecio fue un filósofo romano, a caballo de los siglos V y VI, que compaginó esta condición con tareas como estadista. Aunque él se consideró siempre inocente, motivos políticos le llevaron a ser condenado a muerte. Un año, más o menos, pasó en prisión esperando el cumplimiento de la sentencia y, mientras tanto, escribió un tratado que pasa por ser su obra más conocida: “Del consuelo de la Filosofía”, un texto en el que ésta, representada por un personaje alegórico femenino, dialoga con el protagonista, aclarándole el problema del destino, de por qué los malvados logran recompensa y los justos no, mientras trata de suavizar su aflicción mostrándole la verdadera felicidad, es decir, ejerciendo de filosofía paliativa, al cubrir mentalmente los desajustes ideológicos y vitales que el condenado tenía sobre sí.
      No siempre, sin embargo, fue así. La filosofía nació como reflejo que recogía en su sombra y bajo su patrocinio no sólo el grueso de las preguntas últimas, escatológicas y definitivas, como aquellas que formuló Manuel Kant (lo de dónde venimos, a dónde vamos… ¿qué es el hombre?) sino que nació por la necesidad de dar sentido bajo su paraguas a todos los saberes que la especie humana iba descubriendo. Era entonces un saber de saberes y doctrinal que resumía las pulsiones humanas en un montón, aunque, en realidad más de preguntas que de respuestas.
        Pero la vida de este edificio teórico original se fue complicando cada vez más, al tiempo que la existencia mundana se llenaba de desajustes. Y entonces empezó otra forma de vivirla. se le fueron exigiendo mayores y más eficaces prestaciones, de forma que no solo cubriera los retos teóricos del saber. Como fue el caso de los padres de Edesio, un joven brillante hijo de una familia venida a menos y en el que confiaban sus progenitores para superar la crisis económica por lo que lo enviaron a estudiar a Constantinopla, que por entonces era lo más de lo más en la sabiduría. La cuestión es que, a su vuelta, el padre descubrió horrorizado que su hijo se había dedicado a la filosofía, y empujado por la grave decepción decidió echarlo de casa. Y fue justo en ese momento, al salir por la puerta, cuando se le ocurrió preguntarle: "¿Qué provecho te aporta a ti la filosofía?" Edesio se volvió y le contestó: "No es pequeña cosa, padre, haber aprendido a respetar al propio padre, incluso cuando lo está echando a uno de casa."

Publicado le día 8 de junio de 2018

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