¿Movimientos de Dios? 1

    Aunque las síntesis históricas encierran una relativa subjetividad a la hora de enjuiciarlas y delimitarlas, sí parece razonable asegurar que, por razones que no son del caso, llevamos un tiempo del que bastante gente (¿mucha, poca?) se queja de que su mundo se desarrolla en un clima de desconcierto ideológico. Personas y colectivos a quienes gusta, y en ocasiones necesitan, para moverse por la vida en el ámbito de la conciencia, de taxonomías claras y precisas, de principios de sí o no y de blancos o negros se vienen lamentando de vivir en una época en la que faltan esos referentes. En ese terreno de juego algunos se han acogido a aquello de Ortega de que en realidad lo que nos pasa es que no sabemos qué es lo que nos pasa, y de esta manera han manifestado su pesar y quebranto por la referencia existencial en la que han venido viviendo.
   Y es que, aunque siempre ha habido de todo, como en botica, y no han faltado componentes y perspectivas de todo signo y condición, en verdad los momentos históricos se pueden calificar con colores diferentes y pautas diversas. Épocas ha habido en las que se han impuesto con mayor facilidad los códigos cerrados y en una sola dirección, mientras que en otros períodos la propia evolución de las cosas y el manejo que de ellas ha llevado a cabo el ser humano ha ofrecido al pensamiento más dudas que seguridades y más preguntas que respuestas.
   Ahora, sin embargo, de un tiempo acá, para tratar de resolver esas desagradables e incómodas percepciones parecen despertarse movimientos y tendencias (nada novedosos, por cierto) que como terapia tratan de imponer, con uno u otro ropaje acorde a las circunstancias, esquemas morales de certezas indubitables. Diversas son las formas de denominación de estas vibraciones que en un tótum revolútum, revoltijo que dice el diccionario, mezclando churras y merinas, aglutinan los diferentes ámbitos antropológicos (religiosos, sociales, políticos…) para acabar en un monismo moral destacadamente simplista. Pero, sobre todo, se mueven desde la garantía de contar con un colaborador indiscutible por sí y que indiscutiblemente está de su parte, de Dios… con cuya autoridad cuentan con todo desparpajo como colegas de mesa de camilla. Y cuyo mensaje interpretan de manera irrebatible y dogmática, atribuyéndose por tanto desde esa coordenada siempre la última palabra. Pero hablar y hacer así tiene sus peligros.

Publicado el día 4 de enero de 2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario