De juramentos y fes

   "Par aquesta barba que nadi messó,/assís irán vengadas doña Elvira e doña Sol", juramento que en el poema hace el Cid sobre su barba. La venganza de El Cid en un juramento que los expertos llaman promisorio, es decir, que contiene dos verdades, una de presente, intención de cumplir lo que se jura, y otra de futuro: llevarlo a cabo en verdad. Y con esta fe empezó nuestra literatura épica, aunque antes, en la lírica, en las jarchas, zéjeles, endechas… se cruzan juramentos eternos de amor, que llenan de dulzura y miel, y de quebrantos y “maldezires”… la vida de los amadores. Sin tener que remontarnos, por ejemplo, al código de Hammurabí (1700 a. X.) que demuestra lo que demuestra, en nuestra literatura todo está lleno de juramentos, votos, ajos … hasta el “de vida de…” de Ginés de Pasamonte en El Quijote. Y ahora, como una continuidad de la literatura y de la vida, nos hemos empezado a llenar de juramentos y promesas políticos, a cada cual más original y enmarañado y que día a día va engordando los florilegios. Reírnos podemos de aquel ingenuo y cándido “por imperativo legal”.
    Si es adanismo, esa tendencia tan nuestra de empezar siempre de nuevo; afán de novedades, la tentación tan nefasta y denigrada por los libros de ascética; pura teatralización para mayor satisfacción “de ese pueblo que me quiere, porque me ha votado…” y, aunque cada uno tenga su alma y su armario, vaya usted a saber el motivo de esa moda tan inocua. En última instancia no es más que una figura literaria, una figura de dicción sin contenido añadido. Tal vez un pleonasmo (figura de repetición) o una hipérbole (cuando se habla con exageración retórica). El paso corto que hay entre la simpleza y la grandiosidad.
    Puestos a buscar fuentes de inspiración, vayan un par de sugerencias de las infinitas que hay en la historia y la literatura. El Arcipreste de Talavera, por ejemplo de entre los clásicos, es el que, al parecer, ofrece el mayor número de fórmulas: pone por testigo a Dios, a la Virgen María, a los Santos Evangelios, a la pasión de Dios, al siglo de su padre, a su vida y a su honra. Y podríamos añadir el consejo del amigo que decía que, puestos a jurar, pensando en aquello del gen egoísta que en la evolución ha clarificado que los genes recibidos y por donar son la única garantía de pervivencia, pues mejor sería hacerlo por la madre que nos parió. Y que cada uno lo interprete como quiera.

Publicado el día 21 de junio de 2019

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