Mirar si está lloviendo

     Andaba preocupado el individuo porque, encerrado como estaba, mientras consultaba unos documentos imprescindibles para su tarea, en una habitación interior, de esas que necesitan luz artificial todo el día, desconocía el tiempo que hacía en la calle. No se había traído el paraguas ni ropa adecuada para la lluvia y temía que estuviese cayendo un chaparrón de esos de padre y muy señor mío que por la mañana ya venía medio amenazando. ¿Estará lloviendo?, se preguntaba, ¿o habrá salido el sol y las nubes amenazadoras se habrán esfumado?, ¿se habrá aplacado también el viento? A ver cómo anda el día. Y en ese preciso momento, en el que pretendía conocer por dónde andaba la temperatura, le sobrevino una duda realmente grave que le sobrecogió el ánimo. ¿Qué sistema debía utilizar para averiguar lo que pasaba en ese momento: mirar por la ventana a la calle o buscar en el ordenador que tenía delante el programa que, sobre el tiempo, va indicando a cada rato lo que está ocurriendo. La ventana a la calle o el ordenador, esa era la cuestión y el motivo de su duda. ¿Dónde y cómo averiguar la realidad?
      A la altura de este cuentecillo es casi seguro que el lector puede entender que el problema es una falsa incógnita de fácil resolución, incluso una manera de enredar en algo tan simple, que lo que debe hacer el protagonista de la historia es algo muy simple: asomarse a la ventana para descubrir lo que está pasando y santas pascuas. Pero no se crea que las cosas sean tan sencillas como a primera vista pueda parecer. Hasta es posible que, planteada la cuestión en su pura materialidad, la única opción sensata sea la de “mirar por la ventana”, o el balcón, pero, cuando se trata de realidades más sutiles, de comportamientos más complejos y con más aristas, la vía de conocimiento puede ser un problema en sí mismo.
     Y, si no, ahí tenemos los mensajes de los poderosos que de manera expresa nos están diciendo que, para saber lo que ocurre en el país, dejemos de observar lo que tenemos enfrente y nos dediquemos a leer las páginas de economía económicas, observemos los coeficientes macroeconómicos, las grandes cuentas y que es estas variables donde nos enteraremos que la crisis ya ha terminado, que, como en “La peste” de Camus, ya se pueden abrir las puertas de la ciudad al amanecer de una hermosa mañana. Y que nada de mirar por la ventana a ver qué pasa en la esquina de la calle. Vaya.

Publicado el día 7 de marzo de 2014

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