¡Ay de los segundones!

    No te quejes ni lamentes, amonesta Fray Antonio de Guevara a un segundón que subió de categoría: “es también muy necesario tengáis siempre en la memoria las mercedes que os ha hecho Nuestro Señor, en especial que, para daros ese condado, mató al Conde, vuestro hermano, murió la señora Condesa, desheredó a vuestra sobrina… por manera que le debéis a Dios no sólo el dárosle, más aún el haberos desembarazado. Acordaos, señor, que os sacó Dios de enojos a descanso, de pobre a rico, de pedir a dar, de servir a mandar, de miseria a opulencia, y de ser don Pedro a llamaros conde de Buendía por manera que debéis a Dios no sólo el estado que os dio, más aún la miseria de que os sacó”. ¡Menudo cambio! Y es que, además de otras cualidades personales como si se es guapo o feo; alto o bajo; inteligente o torpe; urbano o rural, etc., el puesto en el que se nace dentro de una familia es uno de los condicionantes más relevantes para la vida de la persona y su relación con la fortuna. Porque si el primogénito tiene sus gabelas y sus hipotecas, también tiene marcado su camino el que va detrás, el segundo. De los demás, si los hay, apenas existe teoría, salvo en algún caso del último, del benjamín. Y esto es ahora y lo ha sido desde que tenemos noticias de la organización familiar. Desde el Pentateuco (¿hay alguna primogenitura más famosa que la de Jacob y el plato de lentejas?) al heredero, que aún queda por ahí.

     Durante toda la historia, los segundones han tenido un papel muy particular en eso de las herencias, los méritos y las posibilidades de futuro. Siempre a la sombra de los primogénitos, los segundones han tenido por lo general que aguantar una vida de religión (curas o frailes) para quitarlos de en medio; o la vida militar para que por sí mismos se ganaran el prestigio y la ventura; o, como último remedio, buscar una esposa que pudiera ofrecerle una buena dote. Difícil lo han tenido a lo largo de los siglos… Y para colmo, se dice que los primogénitos tienen mayor coeficiente intelectual. (Curioso es sin embargo que Alfonso XI creara una Orden de Caballería “en la que no podían entrar los primogénitos… sino los segundos o terceros… para honrar a los hijosdalgo que poco tenían y poco podían”).

     De todas maneras en muchas culturas y en algunas épocas la designación del segundón viene acompasada en razón del sexo Es por ello que en España tengamos un rey llamado Felipe VI.

Publicado el 8 de agosto de 2014

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