Loa por los zurdos

      “Aunque doña Leonor de Mascareñas hace todo lo que puede, atándole la mano izquierda, no basta para que no le sea. Agora, muy izquierdo está. La infanta doña Juana, su tía, cuando come con ella, que son los más de los días, siempre tiene un cuchillo en la mano para dalle, cuando toma algo con la mano izquierda”. Eso escribe Luís Sarmiento en carta al abuelo, el emperador, sobre el comportamiento del príncipe Carlos, el hijo de Felipe II, cuya vida supuso no solo un gravísimo quebranto familiar sino que, además, es una de las fuentes principales para la leyenda negra. Sin padre ni abuelo, que andaban cada uno por su lado en sus guerras y sus cuitas de gobierno y sin madre, que había muerto cuando aún tenía cuatro días, Carlos fue siempre un problema personal, para él mismo que sufrió de lo lindo, para su padre. Y también para el Estado. Y, para colmo, era zurdo.
      Zurdos famosos los ha habido a montones e incluso muchos han llevado ese sobrenombre, (por todas partes aparecen estos días listados casi infinitos), pero Cayo Mucio “Escévola” pasa por ser el que llamaríamos patrono en este santoral laico que entre unos y otros se ha venido componiendo. Cayo era un militar romano que, por el siglo VI a.n.e., luchaba contra los etruscos, el contrincante acostumbrado de aquella época. El caso es que para convencer al rey enemigo se dejó quemar la mano derecha en un acto de heroísmo, que aún recuerdan las enciclopedias, y se ganó el apodo de Scevola, que en latín significa zurdo.
      Razones genéticas, ambientales o de otra índole se utilizan, de momento sin éxito, para justificar este comportamiento que ejercen alrededor de un 10% de la población. Según cuenta el Club de los Zurdos, que se inició en G. Bretaña, son más imaginativos y creativos y controlan mejor el arte y la música. Puede ser porque viven en un mundo hecho por y para los diestros. Como en otros muchos idiomas y culturas de todo el mundo, siniestro era la palabra latina que se utilizaba para llamar a la izquierda y hasta la Biblia, señala el protocolo de la diestra como sitio de privilegio divino. Además de los bolígrafos, enfrente tienen la superstición y el refranero, las “buenas” formas de educación y la persecución ideológica e inquisitorial. Y hasta la incomprensión de los jóvenes que no acaban de creer que muchos de los mayores de hoy en día sufrieron verdaderas torturas. (Y lo testifica un diestro).

Publicado el día 15 de agosto de 2014

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