Culpable error de concepto

       Posiblemente sea cierto afirmar que, salvo excepciones, los directivos del fútbol y de los clubes no andan bien situados en el escalafón de los buenos. Por su práctica de negocios cuando menos confusos, la proliferación de intermediarios y mensajeros junto con el secretismo de sus operaciones. No obstante esta discutible imagen, gozan de un cierto hálito de poder que fundamentan, por una parte, en su capacidad de ofrecer un buen servicio deportivo (normalmente en forma de profesionales) a las gentes que siguen con pasión el desarrollo de los clubes de sus amores. Y el que manejan con las deudas al tesoro público, no solo por su cuantía sino sobre todo por la lenidad y condescendencia con que son tratadas por los poderes del Estado (los de antes, los de ahora y los de siempre).
   En este ambiente aparece un personaje que maneja un concepto de patrimonio institucional que de tan pretencioso resulta grotesco, necio y de locos. El presidente de la Federación española de fútbol (y los de alguna otra) cree que España es suya y que él es España. Y por tanto puede manejar los dineros conseguidos con el usufructo exclusivo de la marca España a su libre antojo y sin dar cuentas a nadie. Y no solo eso sino también las subvenciones que el Estado le transfiere. Acostumbrado casi desde la eternidad a una estructura organizativa sin oposición estructural, un colectivo lleno de paniaguados y un sistema de elección por cooptación, cree que todo el monte es orégano y que cualquiera le tose. Claro que su culpa no es suya sino del colectivo que apoya, mantiene y justifica esta situación. (¿Qué hace del Bosque asegurando en declaración pública que lo que hace su jefe es en bien del fútbol?). Y así están las cosas. Ya hace años la prensa denunció una serie de estafas cometidas en el corazón de la federación pero aquello pasó y nadie hizo nada. Ahora se trata de que docenas de millones de fondos públicos ni se justifican ni se explican y ni se contesta a los requerimientos. Y amenaza al Estado con proclamas inauditas. ¿Se llevará el gato al agua? Es lo más probable. ¿Qué poder tiene Villar para actuar de esa manera?, ¿Cómo o con qué amenaza?
      Pero ¿y si esa acción violenta y reivindicadora no fuese sino un prejuicio sin fundamento, un preconcepto?, ¿y si los poderes públicos sufriesen un temor infundado? ¡Menudo chasco! Como si tuviese más letras un no que un sí, que dice Cortadillo.

Publicado el día 13 de febrero de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario