Mucho más que una guerra

       Las informaciones que llegan sobre la gestión pública en torno al reciente acontecimiento político y social autodenominado califato desprenden todas vientos de combate, de conflicto militar, de guerra en definitiva. A su vez algo parecido, aunque en otro orden de cosas, es el tratamiento que los diferentes gobiernos occidentales están promoviendo contra los llamados ataques yihadistas: por lo general son las fuerzas policiales las que están protagonizando la represión de estas terribles acciones. En ambas situaciones no parece descabellado que, dada la virulencia que hay detrás de estos movimientos, los dos sistemas, el militar y el policial, sean los encargados de llevar a cabo una actuación adecuada. No solo en la persecución de los mismos sino en especial en su prevención. A lo que se conoce, la idea principal de los responsables es aplicar un principio de proporcionalidad: si esto es una guerra, parecen decir los gobernantes, pues trabajemos en esa dirección.
      Sin embargo, como en tantas otras situaciones y condiciones humanas, el pensamiento único, un exclusivo punto de vista no es suficiente para agotar toda la realidad. Sin necesidad de recurrir a la manida doble visión de los montes de Gredos, según se coloque uno al norte o al sur, que Ortega popularizó, casi siempre las cosas, sobre todo si son acciones humanas de tipo social, son mucho más complejas y en su gestación y desarrollo ofrecen más de una perspectiva para que sea insuficiente una única explicación. Manifestar que aquí se produce y se expresa un fenómeno de perfiles bélicos sin más precisión y sin extender el juicio, al menos a otros ámbitos colaterales, es empezar mal el camino de la solución. Tener presente ese vector es prudente pero renunciar a perseguir otros motivos es caer en un “cierto monoteísmo científico llamado mecanicismo”.
     Valga que haya una guerra, valga que haya subversión pero, por citar un ejemplo al azar, fenómenos como la creciente incorporación de ciudadanos occidentales a esa causa es un indicio de que aquí no vale lo de pregunta-respuesta. Ni el pensamiento concreto, que se ampara en juicios morales tajantes y reduce la variedad tonal del mundo a un drástico claroscuro sin matices. Aplicar solo la vía militar y policial a este fenómeno tan enredado y profundo es mostrar poca inteligencia y, quizá, hasta un tufillo interesado. Y muchas dudas sobre su posible remedio.

Publicado el día 6 de marzo de 2015

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