Necesario o futurible

     Si tuviéramos que describir con una sola y única palabra todo el complejo y agitado procedimiento que llamamos elecciones, ésta sería desde luego la de futuro. Al fin y al cabo todo este engranaje no está dirigido sino a lo que ocurrirá, o no, en el futuro, a lo que se hará, o no, más adelante. Y no es que queden excluidas por principio otras dimensiones del tiempo, como, por ejemplo, el pasado para rendir cuentas pero la verdad es que, mediante las convencionales promesas, a lo que va a venir, normalmente felicidad y prosperidad, están dirigidas todas las miradas y todos los planteamientos.
      Volviendo, pues, al futuro, es prudente recordar aquí que ya Cicerón estaba en contra de las conjeturas y las adivinaciones. Su argumentación era, dicha de manera simplificada, que, si de lo que se trata es de profetizar cosas inevitables y sometidas al destino, lógicamente no hay tales adivinaciones. Y si se hace de aquello que ocurre por casualidad, tampoco valen esos auspicios que nada pueden garantizar. Asegurar, con la aquiescencia de Asterix, que mañana va a salir el sol no es ninguna revelación o profecía pero tampoco que, por ejemplo, España ganará el próximo campeonato de fútbol porque en serio no se puede certificar.
       Y es que dicen los filósofos que básicamente hay dos tipos de futuro. Uno, necesario, es decir, el que está constituido por aquellos acontecimientos que seguro van a ocurrir más adelante. El otro, condicional o futurible, se refiere a lo que podría producirse o acontecer en el futuro, si se diesen unas condiciones determinadas. Entonces, que se hará una carretera, se arreglará una calle o disminuirá el paro ¿qué tipo de futuro es, necesario o futurible? ¿No tienen sentido entonces las propuestas desde el punto de vista de la predestinación, es decir, de la seguridad y garantía de que serán en el futuro una realidad? Vistas desde el razonamiento propuesto, este complejo mundo de cientos o miles de promesas, todas de golpe, al tiempo y desde todos los puntos de vista ideológicos, sociales y políticos, ni son verdaderas ni falsas, carecen de valor probatorio alguno. Por eso acercarse a todo este proceso desde la perspectiva de un mercado de ofertas es una visión simplista y superficial y por tanto baldía. Unas elecciones son otras muchas cosas. Por ejemplo, una dialéctica ilustrada sobre lo que los alemanes llaman una visión o concepción del mundo.

Publicado el día 11 de diciembre de 2015

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