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       Los actores trágicos griegos utilizaban en su vestimenta un tipo de calzado al que llamaban coturno, una especie de sandalia que elevaba algo la estatura y tenía una estructura ancha que permitía adaptarse a cualquier pie. A Nicias, el gobernante que, a la muerte de Pericles, había sido llamado al gobierno de Atenas, la gente, según cuenta su biógrafo Plutarco, por no haberse mantenido firme en un partido sino andar continuamente variando de un sitio a otro, le apodaba el coturno, “Nicias, el Coturno” y ha pasado a la historia por haber conseguido, en la guerra llamada de El Peloponeso, la conciliación con Esparta y una larga tregua que llevó y lleva su nombre: “La paz de Nicias”. Por su parte Esquines, hijo de Atrometo, huyó de la ciudad para no pagar la multa exigida y que penaba a los que no conseguían el quinto de los votos.
      Toda estas crónicas y circunstancias plantean y muestran a quien no estaba al tanto que la vida interna y la ebullición democrática, que tantas veces chirría a más de uno, no es un invento de nuestro tiempo sino que ya desde su origen como sistema de gestión pública y como sistema de valores humanos, a pesar de sus bondades y virtudes, encierra muchas esquinas. Ello es así desde que Clístenes, en el año 508 a,n,e., por julio o agosto, en medio de una asamblea pública, propusiera cambiar la constitución de Atenas para que en todas las cuestiones el poder soberano residiera en el conjunto de los ciudadanos varones adultos. Es esta la primera proclama de que se tiene constancia, naturalmente muy insuficiente desde nuestra perspectiva de hoy, de una estructura de poder democrático.
      La administración del sistema democrático, desde sus inicios, tuvo que resolver muchas dudas y capear muchos desafueros. En el caso de Nicias, más allá de las habladurías, encomiable fue su gestión con unos y otros para conseguir la paz pero también tuvieron que proceder a efectuar los sorteos para elegir a los gobernantes a momentos antes de su actuación para evitar corruptelas. Sin embargo el mensaje realmente positivo es, más que mejores leyes, la isonomía, leyes iguales para todos. Al fin y al cabo la recomendación democrática desde sus inicios fue que todos iguales y que el pueblo tiene el poder. Ante tantos usos complejos y disparatados del concepto de democracia tal vez sería de mucho interés volver a los inicios, que en ocasiones no están tan claros.

Publicado el día 18 de diciembre de 2015

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