Banalización de la ciencia

       Sabido es que nuestros lejanísimos antepasados comenzaron su desarrollo especulativo o conceptual preguntándose por el porqué de las cosas, el motivo por el que ocurrían y la razón por la que eran de una manera y no de otras. El ejemplo clásico escolar es el del rayo que cae en un árbol contiguo al que está resguardado un individuo y le hace preguntarse por qué se ha librado de la muerte o de la ruina, lo que hubiera sucedido si se hubiese guarecido en el árbol afectado o el rayo hubiese caído donde él se encontraba. Y de esta manera se dan los primeros pasos para ir construyéndose el edificio de la ciencia, la gran tarea que ha venido construyendo la especie humana y la que lo deferencia, así lo creemos, del resto de los seres vivos. La ciencia es el soporte de todo lo que somos y tenemos, nuestra seña de identidad, el gran tesoro que nos salvará o nos hundirá y nuestro billete de salvación (extremadamente incompleto por supuesto) para el presente y para el futuro. De su jerarquía y autoridad ya se ha hablado y dicho casi todo. Pero hay una cuestión de cierta gravedad que ha venido a acontecer en nuestro tiempo y que, al parecer, tiene todas las bendiciones económicas, sociales, mercantiles y administrativas.
      Sin solución de continuidad con lo anterior, con la ciencia y lo científico, se está produciendo un grave quebranto cuyas pésimas consecuencias, aunque sean difíciles de evaluar, sí que es seguro que son y serán nefastas. Esto ha ocurrido cuando el adjetivo científico ha entrado en el mundo del negocio y se ha convertido en un talismán para justificar lo injustificable, vender lo invendible, defender lo indefendible. Zapatos científicamente confeccionados; cremas contrastadas científicamente; alimento0s elaborados científicamente… y así una eterna retahíla que naturalmente solo engañan a bobos. La publicidad, que por sí misma no tiene por qué no ser noble, está envileciendo estos dos términos, banalizando algo tan venerable y manchándolo con el engaño.
      En épocas antiguas, lo ensalmos, embrujos y otros remedios fundaban su valor en apariciones, supersticiones y otras monsergas por el estilo. Ahora el término ciencia se utiliza de manera irreverente. Eso sí, ha entrado arrasando en el bolsillo de los consumidores, como se dice ahora. Lo lamentable es que, hablando de bobos, de esta especie hay mucha más gente de la que pueda creerse. Esa es su venganza.

 Publicado el día 8 de abril de 2016

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