Vivan las listas abiertas

       Utilizando el tema de la política para mostrar la complejidad del mundo y cómo a veces las consecuencias contradicen los principios, vale muy bien el ejemplo de las llamadas “listas abiertas”. Un requerimiento por cierto tan enraizado hoy en día en el catálogo de aspiraciones de lo que venimos llamando regeneración democrática y cuyos valores de decoro y de eficacia social y política presentan como uno de los primeros pasos para limpiar el panorama.
    Pero las cosas no son tan simples cuando se pasa de los principios generales a la concreción de las decisiones, cuando se dejan a un lado los eslóganes, que suelen sonar espléndidamente, y se empieza a ordenar la realidad. El caso que nos ocupa es un ejemplo paradigmático de ello. Porque de entrada hay que reconocer que la expresión “listas abiertas” no es unívoca, no tiene una sola forma de entenderse. Valen varios procedimientos y cada uno incluye ventajas e inconvenientes, incluso ideológicas. Listas abiertas puede suponer: tachar a algún candidato que no nos convenza; modificar el orden en la lista elegida; poder mezclar uno o varios candidatos de diferentes listas; incluir nuevos nombres… pero ¿bajo qué condiciones y requisitos?, ¿al vecino de al lado porque a uno le parece una persona estupenda? Resulta imprescindible aclarar qué se quiere cuando se dice “listas abiertas” pues no es lo mismo una fórmula que otra. Alguien podrá argüir que de lo que se trata es de evitar la dictadura que imponen, casi siempre pegados a sus intereses, los aparatos de los partidos pero entonces tendríamos que cambiar el eslogan por otro como: queremos que no sean los partidos quienes elijan a sus candidatos. No olvidemos que la llamada técnica encierra muchas trampas ideológicas y de intereses por lo que hay que tener presente hasta sus últimas consecuencias. Además este nuevo sistema llevaría a un régimen de gobernabilidad con otros parámetros. Las listas abiertas exigen pasar a un modelo presidencialista pues es la única fórmula posible de mantener el equilibrio de poderes por las discrepancias que pueden surgir entre el ejecutivo y el legislativo. ¿También se apuesta por este modelo de gobernanza?
      Este alegato no encierra el mensaje de oposición a las listas abiertas. En el terreno de la política es imprescindible tener siempre abierto un cierto ventisquero de escepticismo. Y ello lleva a tener que ajustar muy bien los modos.

Publicado el día 22 de abril de 2016

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