Discutir el aperitivo

     “¡Qué manía de discutir tienen todos estos bichos!, masculló Alicia. Y es que el Lacayo, a su pregunta de qué debe hacer para entrar, le amonesta severo: “lo primero que deberías preguntarme, jovencita, es si debes o no entrar”. ¡Qué manía, podríamos remedar, tiene alguna gente en organizarnos la vida!, ¡es que a fuer de insistir nos volverían locos! aunque no se sabe muy bien (y probablemente ellos tampoco) qué es lo que quieren decir cuando hablan de racionalizar los horarios. Y ¿qué es racionalizar? Ahí está el busilis. ¿Acaso el “todo es Uno”, que decía el filósofo griego Jenofonte o, tal vez, la lectura quijotesca de “La razón de la sinrazón que a mí razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón…? ¿Racionalizar los horarios significa comer a toque de tambor como lo de La Codorniz: Ya tiene los conejos, señor conde, formados de a tres?
     Como antiguamente de lo que se preocupaban las autoridades y los dueños del cotarro era de la salud del alma y, naturalmente, de la del gobierno, de la del cuerpo solo lo hacían los ricos que podían pagar a los físicos. Los pobres estaban en manos de curanderos, sanadores, brujas y, si había suerte, de alguna orden religiosa caritativa. Pero como lo que realmente inquietaba era salvación del alma, de esta forma, pendientes en exclusiva de lo que pudiera contaminar la mente con peligro para la vida eterna, poco importaba que los que podían comer lo hicieran a una u otra hora, que los demás ya lo harían cuando pudieran.
     Sin embargo, olvidados más o menos los fervores piadosos, la modernidad ha conseguido que los preceptos sanitarios y curativos hayan devenido en normas morales, que los mandamientos que rigen la salud del cuerpo hayan adquirido rango de principios éticos cual si fueran leyes eternas. Son las nuevas ideologías, tan engañosas como siempre y tan falsamente consistentes como siempre. Metidos en nuestra cama, escondidos tras la copa del aperitivo, o en el invento del síndrome posvacacional, ¡cuánta gente nos regaña amenazándonos con el infierno para controlarnos mejor! Ese que el viejo demonio Escrutopo explica a su sobrino, demonio principiante, como una “burocracia eficiente y orgullosa, que se organiza para hacer el mal lo mejor posible”. Ahora toca racionalizar los horarios, ¡vaya por Dios! (¿Y el aperitivo es salubre o acaso una degeneración irracional y salvaje de la sociedad española?).

Publicado el 2 de mayo de 2014


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