Pecados muy rancios

    Si quisiéramos hacer una sencilla valoración histórica, diacrónica, es decir, a través del tiempo, sobre la moralidad de la humanidad, nos encontraríamos con comportamientos ya ancestrales indignos y reprobables. La ley del Talión, la existencia de castas o la ablación son algunas que desde tiempos inmemoriales vienen practicándose y, si bien es verdad que estas conductas ya no son universales sino que han quedado reducidas a determinadas culturas y determinados usos, hay que reconocer que no han desaparecido del todo. No es fácil eliminar un práctica cuando ha venido recibiendo como justificación un peso ideológico de siglos. Estas y otras cuantas barrabasadas han llenado, y siguen llenando, de sufrimiento la vida de demasiados seres humanos. Ya nos hubiera gustado que no hubiese sido de esta manera pero es lo que es.
     Uno de estos dislates ha sido haber condenado a las personas por su tendencia sexual, haber condenado la homosexualidad, además como uno de los crímenes más horrendos que se hubieran podido cometer. La homosexualidad ha sido el pecado nefando desde las primeras civilizaciones, desde que se conocen textos legales y sociales. Bien se han cansado los libros religiosos de lanzar gravísimas anatemas contra ella. Y, aunque en nuestra época se ha avanzado mucho en su erradicación, ya se sabe que los usos sociales y las creencias, sobre todo cuando han sido alimentadas durante siglos por toda clase de poderes religiosos, políticos y sociales, no pueden ahogarse, transformarse ni eliminarse de pronto. Y tampoco relativizarse imágenes que han sido consideradas tan reprobables. Nos guste o no así ha sido y en esa creencia y convencimiento ha crecido durante siglos y siglos la mayoría de la gente. Es imprescindible armarse de fuerza y de paciencia a la espera de que poco a poco la cultura lo vaya diluyendo.
      Hay también dos pecados que afortunadamente han perdido el apoyo doctrinal oficialista: la esclavitud y la inferioridad de la mujer, dos teorías que fueron defendidas durante siglos incluso por los más preclaros filósofos. Pero, a día de hoy, aunque haya remitido ese apoyo doctrinal y la opinión dominante esté a su favor, a veces, al asomarse a la calle, a la vida de cada día, la realidad empuja a dudar si esto es verdad del todo o, por el contrario, en muchas ocasiones, sitios y circunstancias se ha transformado para mantenerse de forma más solapada.

Publicado el 25 de julio de 2014

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