Retretes a Marte

      Estamos hablando estos días a cuenta de si realmente la recesión ya terminó y ha empezado, aunque sea suavemente, algún tipo de recuperación, de cómo en el espacio social de este debate hay al menos dos discursos tan diferentes, dos percepciones tan diversas que ni siquiera parece que hablan de lo mismo y sobre el mismo asunto. El contraste entre unas cifras abstractas y vacías, producto de un constructo mental por más que quieran adjudicarle algún tipo de objetividad, con una realidad existencial tan angustiosa como la que se vive en la calle es tan fuerte que nada tienen que ver una cosa con la otra, los datos macroeconómicos, como dicen los expertos, y la vivencia de millones de personas que subsisten sin presente y sin futuro, sin esperanza.
       Pues platicando de estas cosas, de pronto se cruzan dos noticias cuyo contenido exacerba escandalosamente más ese contraste tan vivo y tan lamentable. El nuevo gobierno de la India ha prometido conseguir retretes para unos 600 millones de personas (alrededor del 50% de los habitantes de India, fundamentalmente en las zonas rurales) que carecen de ellos. Y que extenderá esta dotación también a las escuelas, tratando de que los haya diferenciados, para niños y para niñas. Lo estridente de la situación es que, mientras predicaba esa buena nueva, se escuchó un ruido que casi corta el discurso, el de una sonda espacial que acaban de enviar a Marte. Las fotos de felicidad de los técnicos aparecieron ayer.
      La falta de retretes no es problema de higiene, también lo es por supuesto, pero lo decisivo es el modo de vida que supone y hasta el mundo cultural que engendra y representa. “Los hombres no entendían la necesidad de invertir dinero –entre 2.500 y 5.000 rupias (de 31 a 62 euros)– en una infraestructura para hacer algo que salía gratis, y las mujeres, que son las que más sufren las consecuencias de su falta, no se atrevían a dar su opinión”, cuenta un ministro de cuando iniciaron un programa similar. El antropólogo Marvin Harris dice sobre los tabúes que allí no ha habido una victoria de la moral sobre el apetito sino de las fuerzas reproductoras sobre las productoras, es decir, cuestiones de densidad de población y límites del crecimiento han producido una cultura de subsistencia de miseria. Mientras tanto seguro que los técnicos sí tienen retrete en casa y en el trabajo. Y un solo discurso. Dos mundos irreconciliables.

Publicado el día 26 de septiembre de 2014

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