El chismorreo como ciencia

     Aunque a primera vista pueda resultar difícil creérselo, la palabra chismorreo tiene una aplicación científica. Acostumbramos como estamos a utilizarla con un alto tufillo de menosprecio, incluso por aquellas personas que tras criticarlo ocupan su vida y pensamientos en seguir sus peripecias fundamentalmente televisivas, este término y otros afines gozan de una determinada referencia en el ámbito de las ciencias sociales. Bien es verdad que poco bueno puede deducirse de las acepciones que de la palabra chisme ofrece el diccionario, pero la realidad es que uno encuentra este término entre las explicaciones que los primatólogos, incluido claro el ser humano, ofrecen sobre los comportamientos que nos fueron formando como especie y han dejado huella en nuestra conducta posterior.
     El chismorreo ha adquirido cierta reputación académica a la hora de explicar la progresión y mejora del lenguaje, único y evolucionado, que, según parece, ha sido el arma eficaz que nos ha capacitado como la linaje con más poder, también en comparación con las otras igualmente humanas. Establecido el principio de que la cooperación entre los miembros del grupo era el sistema de asegurarse la supervivencia, resultaba imprescindible conocer la vida y el mundo pero más primordial e irreemplazable era saber de los colegas del grupo, estar al corriente de su intención de colaborar con los demás o, por el contrario, de aprovecharse de las fuerzas colectivas sin echar una mano; conocer si eran leales al grupo o no. El chismorreo así entendido es el procedimiento que permitía conseguir esos datos. Aplicando las doctrinas generales de la evolución, habría que concluir que han ido sobreviviendo con más facilidad aquellos grupos que, al tener mejor referencia sobre los modos de ser y de pensar de todos los miembros, han desarrollado una cooperación más eficaz. Y la calidad de esa información ha venido promovida por el mejor desarrollo del lenguaje.
     No todos los científicos aceptan esta teoría como explicación del desarrollo de nuestro lenguaje pero sí que se ha hecho un hueco en el panorama académico. Por el contrario, “el chismorreo, dice el científico Yuval N. Harari en un libro de reciente aparición, se suele centrar en fechorías. Los chismosos son el cuarto poder original, los periodistas que informan a la sociedad y de esta manera la protegen de tramposos y gorrones”. A lo mejor es cierto.

Publicado el día 21 de noviembre de 2014

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