La ceremonia del funeral

     Aquella cosa que un día se llamó “la crisis” ha sido declarada pomposamente fenecida, fallecida, muerta, incluidos los últimos auxilios como debe ser entre gente de bien y se ha colocado una lápida mortuoria con el solemne epitafio de que debe ser olvidada para siempre. Bien es verdad que ya había algunos que llevaban un tiempo proclamando, en una especie de profecía autoincumplida al estilo de Robert K. Merton (que pone los resultados en el voluntarismo de quien los pronostica), que ya se había ido por donde había venido y que ya ¡santas pascuas! Pero ahora ha entrado en el ámbito de lo así reconocido oficialmente. La crisis es historia, se ha dicho para gozo y disfrute de unos cuantos a los que ya estaba molestando la dichosa palabrita, tanto que poco a poco ha ido siendo colocada en el limbo de locuciones antiguas y en el diccionario de vocablos y términos viejos, como una especie de antigualla.
     Había aparecido como de repente, como si nadie se hubiese dado cuenta, como cuando una mañana de abril, en Orán, el doctor Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera y sin más preocupación pensó que tendría que advertírselo al portero… Bien es verdad que algunas mentes privilegiadas, como se dice en estos casos, hablaban de algo parecido y alguno hasta utilizaba la palabra fatídica pero no existía un clamor general como ocurre en otras situaciones en las que no hay otro asunto de qué hablar o preocuparse. Y ahora, pasado un tiempo, hay quienes quieren dar la impresión de que, como vino, se ha ido porque, aseguran ya ha sido vencida. Y eso lo dicen y lo aseguran bancos y gobierno que van celebrando exequias por donde van y rezan responsos por donde vienen, en una ceremonia litúrgica que más parece una representación escénica.
    Pero el caso es que no parece que la cosa haya ido así, a pesar de las voces de funeral. Más bien se aprecia, tanto si anda uno por las calles como si levanta los tejados como un Diablo Cojuelo cualquiera, que todavía hay mucho sufrimiento. Apenas hemos hecho algo esencial y básico por el enfermo más allá de colocarle unos parches y una transfusión de urgencia pero sin otros medios terapéuticos. Lo trágico de todo es que lo que parece enterramiento no es para tanta gente sino cenotafio, es decir, un monumento funerario “en el que no está el cadáver del personaje a quien se dedica”. A ver.

Publicado el día 19 de diciembre de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario