Un razonamiento perfecto

        Nunca parece ocioso traer a colación cómo los políticos o, mejor, los personajes públicos, todos iguales, muestran un conocimiento tan delicioso y exquisito del concepto geométrico que es la tangente, dando así certidumbre en la carrera política al uso a aquel cartel que figuraba en el frontal de la Academia de Platón (“nadie entre aquí que no sepa Geometría”). Basta que en una conversación o entrevista algo no acabe de gustar del todo al protagonista, para en seguida hacer uso de esa dimensión como vía de escape y marcharse tan ricamente. Y no es que el resto de los mortales no manejemos esa estrategia polemista, que por supuesto hay quienes tienen un conocimiento tan superior que casi hay que echarles un galgo, la verdad es que este caso apenas tiene resonancia ni incidencia en los asuntos públicos. Las tangentes privadas siguen otros derroteros, lo que no ocurre con los principales personajes en saber, dinero y poder.
    La Dialéctica, una rama de la filosofía que se ocupa del uso del lenguaje y de los procedimientos para mejor discutir con quien se ponga por delante, fue siempre una asignatura de la mayor importancia. Saber expresarse con precisión y poder rebatir los argumentos de nuestros interlocutores siempre supuso una ventaja a la hora de sobrevivir en el mundo de los negocios, en los del pensamiento y en la vida de cada día. Conseguir convencer al otro de que lo que está diciendo es falso y lo que uno defiende verdadero es una tarea muy difícil y por eso hay quien no tiene más remedio que inventar sistemas de poca categoría. Como el de la tangente, que no es muy airoso ni elegante sino más bien basto o sanchopancesco, dirían algunos.
     Un ejemplo de estos razonamientos ha sido protagonizado hace unos días y apareció como una estampida lleno del más puro romanticismo. Al final, como era de prever, nada se ha resuelto y como en aquel verso de Cervantes, “incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada / miró al soslayo, fuese y no hubo nada” Pero dejó una perla dialéctica de la mejor calidad. Más o menos así: Yo he llevado a cabo viajes pagados por el Senado para asuntos de trabajo, que están justificados en esos cuatrocientos folios que tengo ahí pero que no entrego y apenas enseño a nadie; es así que yo pongo a la venta el palacio, o palacete, donde reside el presidente; luego yo soy el político más transparente de todos. Un razonamiento perfecto.

Publicado el día 12 de diciembre de 2014

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