Humor e inseguridades

       Es muy viejo el chascarrillo que narra cómo un automovilista va por la carretera y desde allí llama a un amigo con su nuevo teléfono móvil. Ten mucho cuidado, le dice el amigo, están diciendo por la radio que hay un coche que va en sentido inverso por la autopista. ¿Uno?, responde el interpelado, uno no, sino cientos. Pero esta historieta (esperemos que en verdad sólo sea eso) encierra la virtualidad de presentar un problema filosófico de alto copete, una cuestión subyacente sobre la que a lo mejor es curioso detenerse un momento. El intríngulis teórico está en dilucidar qué coches, al margen de que sean pocos o muchos, son los que llevan la dirección correcta. De entrada cabe preguntarse si este no es un simple conflicto de puntos de vista. Michel Foucault, quizá el filósofo que últimamente más trabajó sobre el poder, diría que por supuesto, que en definitiva lo que hay detrás de esta anécdota no es sino la confirmación de esta interpretación, solo que quien decide “la verdad” es el poder, en este caso representado por un organismo administrativo del Estado. Pero a fin de cuentas una decisión voluntaria y libre y no fija y definitiva como se demuestra en el hecho de que mañana pueda ser modificada y organizada al revés sin que se derive ninguna consecuencia objetiva. Hoy, todos hacia el sur, manda quien manda y se acabó la discusión.
        Probablemente justo en estos días la falta de alguien que diga si al norte o al sur sea lo que tiene nervioso a más de uno. Y ya no solo esa ausencia sino que puede dar la impresión a primera vista que son demasiados los que andan de acá para allá buscando el interruptor para marcar cuál debe ser el sentido de la marcha. Pero, si bien se mira, esta es una impresión más bien errónea y de escaso fundamento. Y este hecho, esta sensación, obedece a la habitual costumbre de confundir certezas con opiniones. El viejo chiste de quien se cree que era lo mismo cuando con el comunismo se decía que los miembros del aparato conducían ellos mismos sus carísimos coches mientras que en el sistema autogestionado la gente corriente va en esos grandes coches a través de sus representantes.
       Y ya, para seguir y cerrar con ironía las inseguridades, valga este inquietante relato: Un científico y su mujer salen a dar una vuelta en coche por el campo. -¡Ay, mira, dice la mujer, han esquilado a esa oveja! –Sí, de este lado sí, responde el científico.

Publicado el día 22 de enero de 2015

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