El tonel y el vino

       Hay un cuento de Jonathan Swift, el de Los viajes de Gulliver, titulado “El tonel” con el subtítulo de que “es un error fatal organizar tan mal los asuntos que uno pueda pasar por necio ante determinada gente mientras que ante otra pueda ser considerado un filósofo”. El origen del título viene dado, según explica, en una costumbre de los marineros que consiste en que, cuando encuentran una ballena, le echan un tonel vacío para que se entretenga y de esta manera evitar que se comporte con violencia contra el barco.
       Curioso y sorprendente el panorama de las negociaciones para formar gobierno. Curioso y sorprendente porque es ajeno, no ya a los usanzas y modos contrastados de estructuras consolidadas sino al propio sentido común. Cuando Suárez, González y Aznar necesitaron votos para poder ser investidos, enviaron, cada uno en su momento, a sus personajes de confianza, a negociar con quienes podían proporcionarles lo que necesitaban, que si esto que si lo otro; que si esto sí y lo otro no; que por esto no paso; que esto ya veremos, que en esto de acuerdo; que mañana hablamos; que lo de ayer tarde lo estoy pensando… procesos todos ellos ajenos a toda escenificación pública, con sigilo, con prudencia, que bien acabaron. Ahora es otra cosa, que no presagia nada bueno. En esta ocasión, mientras, por ejemplo, en el PSOE andan buscando por ahí si queda algún tetrarca por opinar, y en los demás grupos o partidos más o menos de lo mismo, en medio del guirigay, el adalid de la lista más votada, como un prócer, va recibiendo, sin mucha prisa, a cada grupo, que aprovecha la oportunidad para contarle sus cuitas a él y a todos los ciudadanos… en un proceso de entrada vacío como el tonel del cuento sin los automatismos propios de cualquier negociación reservada y eficaz. Todo suena a una especie de ademán y de teatro, sin que se conozca qué procedimiento está previsto y se ignore dónde está el proscenio, el foso del apuntador y el patio de butacas.
     Cuenta Heródoto de los antiguos persas que las decisiones que resultaban de sus discusiones estando ebrios, al día siguiente, ya sobrios, las replanteaban y, si les seguían pareciendo acertadas, las ponían en práctica; y, si no, pues renunciaban a ello. Asimismo, lo que hubieran podido decidir cuando estaban sobrios, lo volvían a tratar en estado de embriaguez. Es una idea, por si vale o resulta útil. Que a veces lo simple lo es.

Publicado el día 8 de julio de 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario