Pues eso, la filosofía

    “Hijo, ¿qué provecho te aporta a ti la filosofía?” La familia del filósofo Edesio de Capadocia, cuenta el historiador Eunapio, era de casa noble, aunque de escasos recursos económicos. Vivió allá por el siglo IV y su padre, confiado en haber encontrado un tesoro de hijo, del que esperaba se dedicase a hacer buenos negocios, lo envió con esa intención a estudiar a Atenas. Pero a su regreso, cuando descubrió que se inclinaba a la filosofía, se enfadó de tal manera que le echó de su casa tachándolo de inútil. Y cuando lo expulsaba, le preguntó con lamento: “Hijo, ¿qué provecho te aporta a ti la filosofía?”. Al oírlo, Edesio, se volvió y le respondió: “No es pequeña cosa, padre, haber aprendido a respetar al propio padre, incluso cuando éste le está echando a uno de casa.
        La queja no es por tanto original de ahora. Entender y pensar que la filosofía es un saber o un conocimiento no solo inútil sino incómodo o embarazoso, incluso provecto o de antiguos, no es ninguna novedad, sino que el juicio de valor ya viene de antiguo. ¡Que se lo digan si no a Edesio! De todas maneras, ha habido temporadas en las que de pronto se pone de moda y no hay convención, congreso o reunión discursiva, incluso empresa multinacional en la que no se invite a un filósofo para dar el tono. Por el contrario, y como se ha conocido recientemente, nada menos que la Universidad Complutense, al reordenar los esquemas de gestión administrativa de las enseñanzas, ha dejado en un rincón la filosofía y lo sorprendente es que personas de alto copete teórico y doctrinal puedan desconocer cómo la organización de las cosas no es una actividad neutra desprovista de toda ideología.
       Y la verdad es que es una pena este olvido de la filosofía. No hay más que fijarse en el caso de Máximo, que acompañó a varios emperadores romanos y recibió donaciones del Estado, pero, cuando cayó en desgracia, los poderes públicos decidieron ponerle "la más severa de las penas: le multaron con una suma de dinero tan fuerte que un filósofo difícilmente nunca podía haberla oído ni siquiera mencionar." Porque el filósofo está en otra cosa, en salvar la ciudad, dice Gómez Pin. No hay que olvidar que la filosofía surge en sociedades complejas, en las que no es posible una salida individualizada de los problemas y donde hay que andarse con cuidado. Y es que, como dice Sancho muy certeramente, donde no hay tocinos, no hay estacas.

Publicado el día 15 de julio de 2016

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