Informaciones cruzadas

    Dos informaciones contrapuestas aparecen en un mismo rincón y día. Ambas desde luego sin contraste científico ni valor absoluto pero que reflejan, cada una, la existencia de dos mundos y de dos realidades que nada tienen que ver entre sí. Mientras el gobierno dice confiar en que el recurso del apresurado fiscal tenga efectos acordes a sus (supuestos) deseos, una encuesta en un medio significado, que pregunta si el lector está de acuerdo con que el juez mantenga la imputación de la infanta, obtiene algo más del 90% a favor del sí. Naturalmente no se trata aquí de determinar quién tiene la razón (¡faltaría más!) pero sí es necesario poner de relieve cómo, una vez más y en esta oportunidad de una manera tan palmaria y visible, existe una grave disonancia, y hasta pura contradicción, entre los objetivos y la interpretación de las cosas de los dos sujetos que llenan la sociedad: quien gobierna y quien es gobernado. ¿Tiene sentido en estas condiciones que alguien administre y represente algo, hablando cada uno idiomas con gramáticas tan incompatibles y contrarias? Más aún, ¿es posible o es todo acaso una pura paradoja?
    Por supuesto que no se trata aquí de plantear un dilema político al uso ni tampoco juegos de dimisiones o renuncias. El problema que se suscita tiene connotaciones que podríamos llamar metafísicas porque sugiere dudas por las consecuencias que acarrea el choque dialéctico entre estructuras tan íntimamente opuestas. Dice José Vidal-Beneyto que una de las siete paradojas de la posdemocracia es la que resalta que, dada la aceptación universal y su condición de modelo único e incuestionable, ello da origen a prácticas democráticas que llevan a la ritualización del voto y, por consiguiente, a la “mitificación del consenso entendido como la reducción de lo políticamente opinable”.
    Si uno escribe árabe, de derecha a izquierda, y el otro interlocutor lo hace en algún idioma románico, en este caso de izquierda a derecha, mal pueden encontrarse los dos lenguajes. Dice Aristóteles que para hacer un estudio adecuado del régimen mejor, es imprescindible antes fijar cuál es la vida más preferible, primero para todos y, después, acerca de si es la misma para la comunidad y para el individuo. Porque, mientras esto no está claro, tampoco podría estarlo el régimen. Dicho de otra manera, mientras no queden despejados los acuerdos básicos, el régimen está en riesgo.

Publicado el 27 de junio de 204

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