Apuntes sobre el calendario

     Seguro que la profecía que más veces se ha hecho a lo largo de la historia ha sido la del fin del mundo o el final de los tiempos. Y, salvo casos especiales en los que el autor se ha manifestado de esa manera empujado por un conocimiento teórico, lo normal es que quienes proclaman ese futuro revelan, consciente o inconscientemente, al tiempo que hacen el anuncio, el deseo de que se cumplan sus previsiones, no por mostrar su sabiduría sino por algún motivo justiciero relacionado con los pecados del mundo. A ello hay que añadir que, aparte de la indefinición sobre a qué se llama el mundo (el Universo, el Sistema Solar, la Tierra…) cuando se asegura su fin, el caso es que hasta el momento, más allá de un cierto y momentáneo desplome de las nubes unos metros, una y otra vez han sido vanas estas pretensiones. Este ni ha terminado ni hay indicios de que ello pueda ocurrir, al menos de momento, como muy bien indica Astérix. Otra cosa es la desaparición de la especie humana, eso seguro y próximo tras neandertales y cromañón, pero por ejemplo el sol, dicen los expertos, está a mitad de su vida y aún le faltan cinco mil millones de años para extinguirse.
     Al margen de esos vaticinios tan poco halagüeños, sí que es verdad que nuestra relación con el calendario y la forma de contar el tiempo ha sido unos de los esfuerzos más complejos y notables que hemos vivido, como especie, a lo largo de los siglos. Tranquilos ahora por lo que parece un asunto menor, sí que ha dado la lata a la gente (discusiones teológicas, políticas, sociales, económicas y hasta humorísticas incluidas) pues había que arreglar el caos organizativo hasta con dos Pascuas de Resurrección en un año. Pero todo este problema no competía a todo el mundo sino que, por sorprendente que parezca, su conocimiento y su uso solo alcanzaba a las clases dirigentes. A la gente normal eso de medir el duración y las fechas, si les llegaba alguna información, lo consideraban algo que pertenecía a Dios y, si acaso, al papa.
      Aunque todo el proceso duró hasta 1912, con Mao Tse Tung, el comienzo del arreglo final a los desajustes se inició en octubre de 1582, cronología que, con ocasión del incidente de Teresa de Jesús, vamos a escuchar este año hasta la saciedad. Y como por lo general las proclamas de fin del mundo han venido acompañadas del anuncio de la llegada del Anticristo, Gregorio XIII fue honrado con este título.

Publicado el día 2 de enero de 2015

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