Hablar en sinécdoque

      Aún sin saberlo, lo estamos haciendo a cada rato. Utilizamos la sinécdoque cuando le pedimos al compañero que nos eche una mano y no esperamos que se la corte o aseguramos trabajar por ganarnos el pan y nadie espera que sea el único alimento que nos llevaremos a la boca. Consiste en designar un todo con el nombre de alguna de sus partes, o viceversa. Nos pasa mucho cuando se dice lo que se asegura que no se ha dicho pero sin embargo se está diciendo. Son esas veces en las que las palabras nos traicionan y, como aseguran los apuntes de J. Austin, acaban haciendo cosas. Todo esto lo estudia la pragmática, una ciencia del lenguaje que se ocupa de qué es realmente lo que decimos, más allá de las palabras que estamos utilizando. Afortunadamente, dicen los lingüistas, tenemos el cerebro entrenado para deducir mensajes lingüísticos implícitos: de otra manera casi tendríamos que llevar una navaja en el bolsillo para cortarnos la mano si, queriendo ser obsequiosos, alguien nos pide que se le echemos.
      Pero, claro, esta cualidad que garantiza la integridad de la mano, nos permite también destapar las sinécdoques enojosas y lamentables. Si, por ejemplo, decimos que vamos a mantener un “diálogo respetuoso y argumentado” con alguien, sin que esta salvaguarda se utilice en el anuncio de otras conversaciones, estamos descubriendo nuestras debilidades y nuestra inferioridad. Sin decirlo, estamos explicando el mal trago que implica la plática y la preocupación de, a ver, que no se enfade el interlocutor, no sea que nos dé con la puerta en las narices. Si no ¿por qué decirlo aquí y ahora? Hubiera bastado con el anuncio convencional y acostumbrado. Así hasta se pone en solfa el decorado y la escenografía del lugar en el que se celebrará “el diálogo respetuoso y argumentado”, como aquellas puertas bajas que obligaban al visitante a agacharse al entrar a agasajar al jeque. Una sinécdoque que, sin pretenderlo, deja claro quién se sienta en el sillón, marca el camino y tiene el hisopo.
      Y, hablando del respeto, no estaría mal recordar aquello de “Y aquí, para entre los dos / si hallo harto paño, en efeto / con muchísimo respeto / os he de ahorcar, juro a Dios!”. Un texto que viene a continuación de: “Con respeto le llevad… y con respeto un par de grillos le echad”… En la dialéctica del “diálogo respetuoso y argumentado” se descubre el reparto de papeles y quién va a ahorcar a quién.

Publicado el día 8 de mayo de 2015

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