Época de mudanzas

      Recordaba no hace mucho José Manuel Atencia un cuento de Julio Cortázar que habla de un hombre que vendía gritos y palabras. Las cosas le iban bien, aunque había demasiada gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre y así pudo vender gritos, suspiros y un montón de palabras que luego eran utilizadas como consignas, eslóganes o falsas ocurrencias. Un día decidió presentarse ante el jefe de su país para hacerle una oferta irresistible: le vendo sus últimas palabras. Son muy importantes, le dijo, ya que con ellas se asegurará de que le va a salir bien su discurso en el momento en que las necesite. Serán justo las palabras que le convendrá decir en el duro trance de despedirse, le espetó.
     Y es que, como sin darnos cuenta y a la chita callando, estamos metidos de lleno en una época de mudanzas, de idas y venidas, de despedidas y de saludos. Bien es verdad que el ruido en la plaza y en el ágora tiene otros lenguajes, maneja otros sonidos y tiene el foco de atención en otros horizontes pero de lo que de verdad se trata en estos días, nos demos cuenta o no, es de mudar de inquilinos y hasta puede que de muebles. La real tarea que producen unas elecciones, especialmente si los resultados alteran y modifican el statu quo, es el juego de trasiegos (entradas y salidas) a que da origen todo este asunto. A fin de cuentas todos los principios se acaban traduciendo a sitios, lugares y papeles. Y es en la negociación con las empresas del ramo donde algunos se muestran proteicos cambiando de formas aunque no de ideas mientras otros aprovechan para dar el esquinazo, olvidándose de que las paredes tienen oídos, como le recuerda ampliamente doña Rodríguez a don Quijote después de evitar que su marido continuase porfiando, con la gorra en la mano, por seguir al alcalde.
       Es curioso (y sería cruel e insoportable si no fuera porque sabemos el terreno en el que está instalado Cervantes) pero el autor da testimonio de que su mujer, en el regreso a casa al final de la primera parte, “así como vio a Sancho lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno”. Porque a fin de cuentas en esto de traspasos de lo que en el fondo se trata es de ir y venir, que es salir y entrar, y en ese recorrido pasa lo que tantas veces en la vida que, según como se entre, así se sale. Y así es útil y no viene mal como remedio la oferta del cuento de Cortázar.

Publicado el día 29 de mayo de 2015

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