El cómputo que se nos avecina

     La verdad es que no hay quien entienda algo. Va uno por la calle y no percibe ni preocupación ni ansiedad alguna en los rostros de la gente. Solo los enredos de estos días, que si el tal Zapata, famoso ya en toda la galaxia, es un delincuente, si Sánchez un extremista peligroso, si Rajoy miente más que habla… total, asuntos de poca enjundia, pero nadie está pendiente de lo que realmente importa. Y menos aún preocupado. Sin embargo, son dos informaciones de estos días. Ambas sobre el calendario y que, cada una a su manera, van a modificar nuestra referencia cronológica y vital. Una asegura que “el Servicio Internacional de la Rotación Terrestre ha decidido que el último minuto antes de las 2 de la madrugada tendrá 61 segundos por las minúsculas variaciones de la duración del día que se acumulan”. Será alargar el tiempo. Y, aunque siempre habrá más de un atolondrado que no valore la trascendencia de esta medida, tendremos un segundo más de posibilidades cosmológicas y antropológicas.
         Pero la otra noticia sobre el calendario habla de que el papa pretende que la Semana Santa se celebre siempre en las mismas fechas. Tal vez alguien no lo crea pero, más allá de la feria de Abril de Sevilla, este es uno de los tres grandes asuntos principales de que se ocuparon los sabios durante más de diez siglos (condenas, herejías…). Y, aunque sea un propósito inicialmente religioso, aquí sí que detrás de ello hay discusión para dar y tomar. Por lo pronto supone un posicionamiento en el largo y casi eterno debate entre los grandes partidos cronológicos del mundo: los partidarios del Sol y los que son de la Luna. Menudo asunto es éste: cuando Julio César, aconsejado por Sosígenes, astrónomo de Cleopatra, apostó por el movimiento del Sol alrededor de la Tierra produjo una escisión cultural y de civilizaciones de alcance incalculable de cuyo desorden aún estamos presos.
        Desde la minucia de la fecha del pago de las deudas hasta la celebración de la Pascua de Resurrección, las grandes decisiones de la Humanidad están constreñidas por el calendario. “Extírpese el cómputo del mundo, dijo Casiodoro, y todo será ignorancia ciega”. (Y eso que aún no había semana santa propiamente dicha). Hablando en broma, hablando en serio, “no es asunto del hombre saber el orden en que ha puesto Dios los momentos”, dijo Beda allá por el año setecientos. Dos asuntos de lo que verdaderamente nos incumbe.

Publicado el día 26 de junio de 2015

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