Los tramposos. El problema

       El conjunto de personas que pertenecemos a la especie humana (y que es aplicable a otras animales), se compone, a juicio de los sociobiólogos, de individuos tramposos e incautos. Naturalmente los dos tipos no son siempre contornos nítidos y completos sino que, al estilo de como funciona la vida, siempre hay un más o un menos. Pero así sí que se pueden distinguir ambos perfiles: los incautos son aquellos que brindan su ayuda a todos sin mirar si después van a recibir o no las contraprestaciones que puedan necesitar. De los tramposos, ya se sabe, son quienes aceptan asistencia y auxilio de los demás pero luego no corresponden cuando los otros le requieren su apoyo. Viene a cuento esta hipótesis cuando se trata de explicar el altruismo, uno de los comportamientos que más pueden chocar aparentemente con la teoría darwiniana, hoy universalmente aceptada, de la selección natural. Si la tendencia espontánea es tratar de subsistir, si somos “máquinas de supervivencia programados automáticamente”, difícil resulta enfrentarnos, desde el punto de vista científico, al concepto y a la práctica del altruismo, una realidad que encontramos tantas veces en la vida.
      La cuestión que se plantea al hilo de esta distinción es la de la propia pervivencia de la sociedad. Ya se sabe que en los números máximos la naturaleza procura el equilibrio y es por eso que el número de varones y de hembras tiende a ser igual pero, si nos referimos a un grupo social más limitado en número, el conjunto de posibilidades, como se puede uno imaginar, es tan amplio que es difícil de resumir. Imaginamos un grupo social compuesto de 100 personas y empecemos a distribuir que si tantos de un tipo y tantos de otro…
       Lo que sí parece, al menos a primera vista, es que cualquiera que fuese la composición numérica del grupo, siempre los tramposos tendrán ventaja. En una población de incautos el resultado promedio para un incauto es bueno pero, en cuanto surja un tramposo, este ganará y sus genes se propagarán victoriosos. La venganza de la evolución es que una sociedad de tramposos acabará destruyéndose naturalmente a sí misma. Y es que, como dice ya el título de un libro de Adela Cortina, hasta un pueblo de demonios, para sobrevivir, necesita de unas reglas que todos deben cumplir. El gran problema de la especie humana está en cuáles deben ser estas normas y qué alcance e ideología pueden y deben soportar.

Publicado el día 3 de julio de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario