Mirando hacia atrás

       Un muchacho de 20 años que aspiraba a jugar al fútbol y tenía prometido el fichaje en un equipo filial del Deportivo de La Coruña es el último inmolado por haber dicho en las redes sociales, unos años antes, lo que no debía haber dicho o no era conveniente decir. A los 17 años, este doncel, cuando apenas se era imberbe, escribió lo que no debió haber escrito, o no era conveniente escribir, y, que se sepa, es hasta ahora el último pez caído en la red de una memoria que va cazando cada día a incautos o tramposos, vaya usted a saber, de derechas y de izquierdas, altos y bajos, jóvenes y viejos, más cultos y menos cultos, que en un momento de su vida cometieron una tropelía, tal vez una prisa o, quizá, un desafuero. De momento se ha quedado sin contrato ya anunciado. En cuanto al Depor le llegó la información de que a los referidos 17 años había anotado, por motivos que no han trascendido, que “puta Depor, puta Riazor”, opinión que ya no está vigente en las redes, desechó su fichaje. El club ha echado mano de valores en una taxonomía ideal del deporte y ha decidido que adiós. Dadas las condiciones del acontecimiento, hay opiniones para todos los gustos.
      Se desconoce, al menos no se ha explicado en ningún medio, quién o quiénes fueron los autores del descubrimiento del pecado; tampoco si este fue estocástico, es decir, como resultado de un proceso aleatorio como ocurre con las tiradas de un dado o. por el contrario, ya era conocido de su descubridor y solo tuvo que acercarse al cuerpo del delito para airearlo convenientemente; igualmente, aunque algo más bien malévolo se puede intuir, se ignora si la intención del declarante era aviesa, producto de alguna animadversión ya antigua y cosificada o la consecuencia de un enfado del momento. El caso es que, siendo imprescindible conocer estas y otras circunstancias para valorar moralmente el acto, hasta el momento nada ha trascendido.
      Mal asunto este de la aparición de un ejército de rastreadores del pasado, cual exploradores de un Funes memorioso borgiano, a la búsqueda de tropiezos (muy graves, graves, leves…) del personal. Porque, como todo proceso inquisitorial de totalidad, acaba muy lejos del punto de donde se salió. No olvidemos, dice J. L. Borges en el “Libro de los seres imaginarios” al Goofus Bird, pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo.

Publicado el día 24 de julio de 2015

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