Ojo con los cambios cosméticos

        Si es verdad eso de que las palabras las carga el diablo, mucho tiento habrá que poner para decir lo que se quiere decir y hablar de lo que se quiere hablar. De otra manera todo puede quedar en zarandajas y fruslerías como se aprecia en los recientes cambios en el gobierno y el partido que lo sustenta. Tras los anuncios, todo ha quedado en la fábula del parto de las montañas: un ostracismo; algunos ascensos de segundo nivel, con una fotografía la mar de artificiosa; y una boda, que Maquiavelo expresamente hubiera lamentado. Pero no se trata de hacer aquí y ahora una reflexión política. Lo decidido ahí está y, mientras a algunos les ha parecido correcto, otros han lamentado su escasa enjundia. En todo caso ese desenlace ha merecido los calificativos, más o menos, de ligera, liviana, superficial, vaporosa… y cosmética...
      ¡Cosmética! Es el término que más se utilizado por unos y por otros: un cambio cosmético. Y ahí ha surgido el verdadero problema, lo que a fin de cuentas interesa. Porque ¿saben sus señorías que de la cosmética viven más de 200.000 personas en España y que ocupa la sexta posición en el ranking mundial de exportaciones? No hay que sacar las cosas de quicio pero la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, con una elegancia que les honra, ha sugerido que se abandone ese sentido frívolo del vocablo para que se dé a las cosas la importancia que merecen. Si cada espacio social tiene sus palabras, la contraria es igual de verdadera: cada palabra tiene el suyo, el rincón en el que habita.
     Pasa lo mismo con la palabra “político”. Significando entre otras cosas la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, hay quien trata de evitarla cuando están ejerciendo esa precisa tarea. Otra cosa es cómo se haga, eso es lo que importa. Pero con esa condición hay que nombrarlos. Asegurar, por ejemplo, que ya por fin la ciudadanía ha entrado en las instituciones, es como decir que los otros y anteriores hubieran sido extraterrestres. O la simpleza de que ahora han llegado profesores, parados, amas de casa... ¿Quiénes eran los que había antes sino eso mismo? La última, en Cataluña: para asumir y gestionar el poder público, hacer una lista de “no políticos”. Sabiendo que, como dice Alicia, en “A través del espejo” que las palabras signifiquen tantas cosas, se habrá que ser muy cuidadoso para evitar sesgos malsonantes y por supuesto falsos.

Publicado el día 10 de julio de 2015

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