Pensamiento lateral

     Insistía el gran filósofo Isaiah Berlin en que, simplificando y generalizando, nuestra tradición cultural de Occidente se fundamenta en el convencimiento de que todo problema tiene una única respuesta cierta y que cualquier solución diferente es una desviación viciada. Que el pensamiento lógico en el que nos apoyamos a la hora de entender lo que pasa, hablar de nuestras cosas o de interpretar lo que nos cuentan se basa en esa creencia. Que, como dice el chiste, dos y dos son cuatro y ya está. Aunque bien es verdad que hay otra historieta que narra que el maestro, harto ya de que Juanito insista una y otra vez en que 2x3 son ocho, acaba enfadado gritándole que, como mucho, siete, pero que ocho en ningún caso.
      Pero la broma cariñosa sobre la paciencia del maestro abre un camino teórico la mar de interesante sobre los modos lógicos de nuestras maneras de pensar y expresarnos. Porque nuestra mente tiene la capacidad de evitar el camino recto y abrir sendas complementarias de ponderación. Es el caso de la silla, un objeto para sentarse pero que también sirve de escalera. Mediante lo que se llama el pensamiento lateral, la inteligencia desbroza rutas de una aparente sola respuesta y con innovación y creatividad abre insólitos horizontes de cálculo con respuestas ingeniosas y avispadas.
     Ejemplos de problemas que permiten una solución lateral los hay a montones. «Un hombre entra en un bar y le pide al camarero un vaso de agua. El barman se arrodilla buscando algo, saca un arma y le apunta. El hombre dice «gracias» y se va». La respuesta lateral es que el camarero se da cuenta de que su cliente le pide agua porque tiene hipo y decide cortárselo con un buen susto. Es este un sistema que utilizamos todos en algún momento, cuando, por ejemplo, hay que explicar o justificar algún desliz cometido. Pero son los personajes públicos los verdaderos expertos si se ven obligados a justificar lo injustificable. Un par de ejemplos: Florentino Pérez, presidente del R. Madrid, avala que Casillas se ha marchado del club “libre y voluntariamente”. O el gobierno asegura, al bajar el IRPF tan deprisa, que ni se le ha pasado por la cabeza, ¡faltaría más!, pensar en razones electorales. Una persona vive en un décimo piso, se tira por la ventana y no se mata. Simplemente porque lo ha hecho desde el primer piso. ¿Quién ha dicho que ha saltado desde su casa? Y así pues todos tan a gusto.

Publicado el día 17 de julio de 2015

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