El paraíso hallado

        Aunque pueda parecer a algunos incrédulos, que siempre hay, un nuevo sueño fallido de la razón y otra utopía nefasta y fracasada, como todas lo han sido, da la impresión de que por esta vez el paraíso está a la vuelta de la esquina. De verdad y en serio. Un paraíso tangible, que derramará miel por todos los caminos que satisfacen las necesidades humanas. “Canta, Musa celestial, la primera desobediencia del hombre y el fruto de aquel árbol prohibido, cuyo gusto mortal trajo al mundo la muerte y todas nuestras desgracias con la pérdida del Edén”. A partir de ahora ya no tendrán sentido estos versos que un grandísimo poeta, John Milton, escribió hace unos siglos lamentando la pérdida por nuestra especie del paraíso (“El paraíso perdido”). Ya no habrá ni un lloro ni un suspiro. Todo será coser y cantar. Albricias, pues, y júbilos.
      ¡Ahí es nada beneficiarse de un sistema fiscal como el sueco, una especie de dualidad financiera conseguida como si nada! Un sistema fiscal idéntico que implica, para que tenga eficacia y sentido, similar organización económica. Y, ¡faltaría más!, para que a su vez posean simetría estas nuevas normas, la configuración de una sociedad con idénticas mentalidades. Pura coherencia. En definitiva, un país clonado que hará las delicias y el contento de todos. ¿Y cómo los demás no nos hemos dado cuenta antes de que teníamos a un paso el modelo definitivo de la completa felicidad! Si bastaba con mirar a Suecia y convertirnos en una copia exacta de lo que son, lo que piensan y lo que viven y sienten. ¡Es tan sencillo todo! Se empieza por aplicar el mismo IVA e idéntico IRPF y se acaba celebrando el Midsammar como pura tradición milenaria. ¡El paraíso!
      Las propuestas electorales encierran una extraña virtualidad que no hay manera de entender ni racionalizarse. Son como drogas que enganchan a la gente, que acaba por creérselas por muy torpe, fútil, absurdo e irracional que sea lo que ofrecen y aseguran. Como aquel famoso membrillo que, según cuenta Cervantes en “El licenciado Vidriera”, con sortilegios y droga entregó una mujer enamorada a Tomás Rodaja, que cayó en el anzuelo y acabó tan loco que se creía era de vidrio. ¿Cómo personas mayores y, se supone, en su buen juicio pueden hacer ofertas tan infantiles y vanas? Pero lo peor es cómo puede haber gente que se lo crea. Un intrincado e inexplicable misterio metafísico, que decían los antiguos.

Publicado el día 31 de julio de 2015

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