Y nuevas exigencias (y 2)

         Entendiendo que por supuesto el poder era inequívocamente propiedad del pueblo, con las limitaciones que este concepto tenía en Grecia (hombres libres…), la pregunta básica era si todos podían ejercerlo o, por el contrario, a solo unos pocos los dioses habían dotado de cualidades para ello. Y a esa pregunta simplificada un poco, se daban dos respuestas, q1ue venían a originar lo que hoy llamaríamos dos partidos políticos. Una defendía que efectivamente había unos ciudadanos con el encargo natural de dedicarse a gobernar. Estos eran, o debieran ser, los mejores y defendía esta posición lógicamente el partido aristocrático (de aristós, adjetivo que significa “mejor”). Algunos filósofos de relevancia estaban en ese convencimiento.
       Pero el otro, democrático, opinaba que no, que los dioses habían dejado fuera de este catálogo la tarea política, por considerarla diferente a cualquier otra profesión. Y aunque lo había hecho de mala gana y presionado por Prometeo era un regalo que el propio Zeus había concedido a la especie humana. Y que por consiguiente todo ciudadano podía ejercer las magistraturas pues difícil era saber de antemano quiénes eran y cómo se conocían a los mejores. Este podría entenderse hoy como el partido progresista, la izquierda, y, sobre todo con Pericles, fue el que más triunfos obtuvo.
        No ha desaparecido, ni se extinguirá, la tensión política entre las élites, con sus presiones poderosas de origen económico 0 ideológico, y la ciudadanía, pero no cabe duda de que sigue vigente, al menos como tendencia, el ideal griego democrático. Las últimas elecciones así lo han manifestado introduciendo un buen refresco en los despachos del poder. Ahora lo que hace falta es que sus nuevos inquilinos generen una moderna dimensión pública. Denunciar el mal uso de los coches oficiales es una buena cosa pero, si nos quedamos en bagatelas, no se hará la transformación social exigida. Si no se ha hecho antes, es indispensable ponerse a estudiar y presentar grandes y sugestivos proyectos que transformen la realidad social y económica, propuestas sólidas y con consistencia financiera, social… que abran otros horizontes. En el plano municipal, por ejemplo, hay que tener claro qué ciudad se quiere para los próximos 5, 10, 20… 50 años. Lo demás solo serían parches de gestión ordinaria, imprescindibles desde luego, pero que ellos solos no nos sacarán de donde estamos.

Publicado el día 25 de septiembre de 2015

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