El iconoclasta quiere concluir (3)

      El iconoclasta de guardia, tras recordar las alienaciones y pensamientos engañosos del poder político, trató de acabar y dijo:
     ¿Tan difícil es entender que mientras la Comunidad de Madrid, por ejemplo, andaba discutiendo dónde encontrar un himno y cómo diseñar una bandera, hacía ya más de trescientos años que a Cataluña le habían suprimido el virreinato, prohibido utilizar su idioma y clausurado su parlamento? Sin entrar en discusiones estériles sobre si alguna vez fue o no un Estado independiente, ¿cómo se le puede negar una identidad histórica muy especial? Y eso, naturalmente, ha de tener sus consecuencias institucionales, sociales, políticas… Con dos millones de personas que de alguna manera quieren marcharse de España, no se puede estar a verlas venir y mandar un ejército blando de fiscales y jueces a resolver la contradicción. Es el mejor camino para incrementar el número de independentistas, como efectivamente va ocurriendo año tras año y sin que ese hecho tan escandaloso tenga la atención que merece: ¿a qué se debe? ¿Y todo el lío que se montó con el Estatuto, modificado después de haber sido votado por los ciudadanos? Desde el principio del episodio todo se obró mal, sin coherencia, sin rigor, sin sentido de Estado. Fue un disparate que solo produjo agravios. ¿No se pudo haber hecho de otra forma?, (¿cuántas horas y días, cuántos sudores, disgustos y discusiones echó Cameron en el R.U. hasta que llegó a un acuerdo?). ¿Nadie es responsable políticamente de aquella astracanada? ¿Y después no ha habido forma de haber negociado un pronunciamiento de los ciudadanos, un referéndum o como se llame, algo que ha pedido tanta gente sensata y que tan estupendos beneficios produjo en Canadá y en Escocia? Que aquí no se puede hacer… pero, hombre, ¿para qué están las negociaciones?, ¿no pueden pactarse las leyes?, ¿no se han cambiado de suma urgencia las competencias del TC?, ¿cuántas modificaciones de diverso rango se han llevado a cabo en otras ocasiones para conseguir el voto de los nacionalistas? ¿Por qué no ahora?
      Y luego, tras aclarar que Ana Ponikvar era una traductora jubilada y viuda, que, sin moverse de su casa, había vivido en siete países diferentes: desde el Imperio Austrohúngaro hasta la actual Eslovenia, al iconoclasta le entró la vena emocional y pidió un receso para poder explicar la tristeza que le producía una despedida que veía más que posible.

Publicado el día 16 de octubre de 2015

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