El iconoclasta termina (y 4)

     Imbuido, según dijo, por la tristeza de la estulticia humana capaz de producir estos quebrantos y el dolor del propio daño, tras recordar que, cuando Zaratustra bajo de la montaña no encontró a nadie hasta que llegó al bosque, poniéndose en pie, dijo:
     Ya os he contado los ejes de este desbarajuste: (1) cómo estos laberintos de límites territoriales son manifestaciones de afán de poder político basadas en pensamientos engañosos o alienaciones pues los Estados son artificiales y convencionales, nunca esenciales. ¿Cómo van a serlo si en la historia se ve que duran lo que duran?; (2) que la raigambre de Cataluña no es equiparable a ninguna otra comunidad; y (3) que la arrogancia (basada en leyendas construidas para encubrir privilegios perversos) por una parte y, por la otra, la total inacción política (limitada a un par de decisiones formales, graves sin duda pero formales… ¿qué se ha hecho para atraerlos?) nos van a llevar a dónde nos van a llevar. Porque, a lo que parece, lo más probable es que, con estos mimbres y estas actitudes, antes o después se acaben yendo, una vez resuelvan sus contradicciones internas (pues no hay discrepancias mucho más graves entre nosotros… ). Y, si ocurre, será una pena, una pena grande dejar de compartir un proyecto público común que se ha solidificado y asentado afectiva y racionalmente. Sabemos que a lo largo de la historia la mayoría de las decisiones sobre Estados se han tomado de mala manera, sin racionalidad, solo empujados sus responsable por intereses malquistos y ahí están tantas culturas rotas y separadas, tantas familias, pueblos, etnias, grupos propios… No nos debería ocurrir también a nosotros. Y para encontrar un camino de acuerdo, tendríamos que desmitificar las emociones, no anular los sentimientos pero sí buscar la guía de la razón. Mientras, no se me oculta la inquina (casi de odio) que este episodio está creando contra los “catalanes” pero irse de buenas maneras es el mejor camino para rencontrarse después y facilitar sistemas de acuerdo, que los hay de todos los colores. Sé del veneno que se está inyectando en nuestros corazones pero “brillante como el oro es la mirada de quien da”, dijo Zaratustra.
        Y como ocurrió en el estrambote tantas veces citado del soneto cervantino: el iconoclasta de guardia, “incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”. ¿Para qué más?

Publicado el día 23 de octubre de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario